Todo pasa por algo
La frase “todo pasa por algo”, la he entendido en estos últimos años de mayor madurez y conciencia que además de cliché, tiene algo más.
Cobran sentido estas cuatro palabras cuando escuchamos historias del fatídico 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y como muchos se salvaron por ese algo que pasó y les evitó todo: la muerte.
En nuestra vida también cobran sentido, a veces, solo que enfrascados en la frustración de lo tarde que vamos, de lo que se nos quedó, de lo que se rompió o no se dio, no nos percatamos de la magia del algo que hizo que no nos pasara nada.
Lo he comprendido cuando por una razón u otra me tengo que devolver, evito alguna ruta o simplemente por algo, no puedo asistir a una actividad, al final me pierdo de lo que me pudo haber sucedido o de que pasaría si “y si ” . Pero por algo pasó.
Aquí también entra lo cliché del ¿por qué? Y el ¿para qué?, siendo la que cuestiona las consecuencias, la opción en todo caso para reflexionar más y juzgar o juzgarse menos.
Apesar de las quejas y lamentos de lo que queríamos y no se dio, siempre hay una magia en comprender que esos realmente no eran los planes para ti en ese momento. Buenos o malos, no importa.
La vida se nos presenta como un blanco y negro sin balance en el que sí y no al igual que todo y nada, nos guían.
Aplicar la de “todo pasa por algo” en muchas ocasiones nos ayuda a ser más conscientes y apreciativos del presente, de lo que tenemos y valorar lo que queda por delante en el futuro. Porque sí, todo pasa por algo, incluso eso que se pintaba como “buenísimo” y al final no sucedió.