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Hábito de la lectura en la niñez, regalo infinito

Quienes contamos con la fortuna de tener unos padres que nos motivaron a la lectura desde nuestros primeros años de vida, sabemos el regalo infinito que recibimos con esa acción. La lectura nos permite conocer, aprender, imaginar y recrear mundos desconocidos, que nos despiertan a la reflexión y al encuentro personal, a veces enfrentándonos con nuestros miedos y retándonos, por lo que podemos afirmar que los libros ayudan a construir nuestro futuro ser.

Estos tiempos en los que las estadísticas nos golpean evidenciando una crisis del aprendizaje resaltada por la grave incapacidad de comprensión lectora a todos los niveles, un vocabulario cada vez más limitado y reducidas competencias de comunicación entre las personas, deben hacernos reflexionar y repensar cómo poner en marcha estrategias que fomenten la lectura desde la más tierna edad.

Para tener un cuerpo tonificado ponemos todo el empeño en ejercitarnos día a día, así mismo nuestro cerebro y mente necesitan del estímulo de la lectura para fortalecerse. La lectura ayuda a desarrollar la concentración y la memoria, permite el desarrollo del lenguaje, estimula la imaginación y el pensamiento crítico, lo que nos brinda la oportunidad para mejores ideas y la solución de problemas y conflictos. En la medida en que leemos y aprendemos a expresarnos, somos más capaces de comprender nuestro entorno y aportar las soluciones para transformarlo. La ausencia de todo lo que la lectura aporta se ve traducida en una existencia infecunda, que no suma, que es indiferente e indolente.

La lectura nos abre las puertas al saber y permite en los niños ir construyendo desde la trayectoria escolar un fundamento de conocimientos y cultura que amplíe sus oportunidades de un mejor futuro. El hogar y la familia componen el espacio principal para que el amor y gusto por la lectura se estimulen. Un entorno donde a los niños se les lean historias y donde los padres ejerciten activamente el hábito por leer será uno de los predictores más fuertes para que un niño posteriormente lea y tenga un desarrollo cognitivo adecuado que se traduzca en logros escolares y en realizaciones personales que trasciendan su entorno.

La lectura debe ser una experiencia divertida y placentera para que el niño logre adherencia a esa práctica. Explorar diversos géneros y autores y tomar en cuenta los intereses del niño pueden ayudarnos a lograrlo. Puede ser de ayuda: leer en voz alta, hacer preguntas sobre los personajes o situaciones que se van leyendo, dar vida a los personajes mediante interpretaciones con la voz y los gestos, visitar las librerías y bibliotecas, y crear rincones de lectura en la casa donde se pueda leer y jugar.

Sabiamente lo expresó Gabriela Mistral: ““Hacer leer, como se come, todos los días, hasta que la lectura sea, como el mirar, un ejercicio natural, pero gozoso siempre. El hábito no se adquiere si él no promete y cumple placer”

Los pediatras debemos aprovechar las oportunidades de consulta de niño sano para motivar a los padres sobre la importancia y beneficios de la lectura y ofrecer los consejos pertinentes dando las pautas adecuadas al momento evolutivo del niño. Tener pequeñas bibliotecas en las salas de espera puede ser un espacio maravilloso de encuentro entre el niño y el libro y por qué no, serviría crear bibliotecas en los hospitales y clínicas, para consumo de libros en las habitaciones o en salas de lectura para aquellos que puedan movilizarse dentro del centro.

Aprovecho para reconocer el trabajo de mi colega pediatra y amigo Dr. Juan Carlos Toral en la organización y coordinación de la Feria del libro Infantil y Juvenil y que lleva años desarrollando la campaña “Que ningún niño en RD se vaya a la cama sin leer un libro”.

Médico pediatra, profesora y directora de la Escuela de Medicina UNPHU.

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