180 años después, se acabó la hipocresía constitucional reeleccionista
El próximo martes 5 de noviembre, los ciudadanos americanos residentes en los 50 Estados de la Unión irán a las urnas para escoger presidente. Será esta la sexagésima contienda electoral desde 1788, ocasión en que resultó ganador el General George Washington, reelecto en 1792 de manera unánime. Resultado que es obviamente irrepetible en un sistema democrático, pero que entonces significó no sólo un tributo en vida a quien lideró las fuerzas independentistas, sino que también encabezó la administración republicana como un verdadero estadista.
Aunque no existía prohibición alguna sobre la reelección indefinida sino hasta la aprobación de la 22da enmienda en 1951, Washington optó por retirarse voluntariamente luego de esos dos períodos. Dio así inicio a una larga tradición no escrita de evitar buscar una prolongación más allá de 8 años consecutivos en el poder, observada por todos sus sucesores, con la excepción de Ulysses S. Grant y Theodore Roosevelt que buscaron un tercer período tras intervalo, así como de manera mucho más conocida por Franklin D. Roosevelt que se eligió 4 veces.
De haberlo deseado, el principal Padre Fundador de los Estados Unidos de América, pudo haberse mantenido en el poder hasta su muerte en 1799 pues aunque no había escasez de figuras eminentes para aspirar, estos no habrían osado desafiar su mítica autoridad. Dicho compromiso auténticamente republicano fue lo que supuestamente llevó a que el Rey George III de Gran Bretaña a remarcar que si realmente el líder de sus antiguas colonias se retiraba a la actividad privada con tanta popularidad, “Sería el más grande de los hombres”.
Una frase muy similar le escuché a mi entrañable amigo, el economista y comunicador Ernesto Jiménez, quien en una conversación radial que tuvimos sobre la reforma constitucional. Este resaltó que si realmente el presidente Luis Abinader cerrase de manera definitiva las puertas a una repostulación a solo meses de haber logrado una amplia victoria electoral, sería algo inédito. En efecto, los dominicanos y dominicanas vimos esta semana algo inédito, poniendo punto final a 180 años de luchas sobre el tiempo que debe durar un ciudadano ejerciendo el poder.
Al añadir el modelo de repostulación a la cláusula pétrea en el artículo 268 de nuestra constitución, se acaba el zigzagueo en que todos los presidentes del siglo XXI hicieron reformas para prolongar su vigencia política. Se acabó el fantasma que tenía secuestrado cualquier debate sobre la Carta Magna, para así poder realmente enfocarnos en el fortalecimiento institucional, más allá de las personas del momento.
Cuenta una leyenda, que si te fijas bien en el Palacio Nacional, puedes ver supuestas marcas de uñas de quienes tuvieron que salir arrastrados de manera involuntaria porque no querían irse sin la certeza de poder volver. El 16 de agosto de 2028, seguramente veremos a un estadista sonriente, saliendo con la satisfacción del deber cumplido, sabiendo muy bien que ese día se acaba el presidente Luis Abinader, pero el demócrata seguirá vigente sin necesidad de banda en su pecho y que su legado institucional republicano, perdurará.