EL BULEVAR DE LA VIDA
Una taza de café, señor Gobierno
Presentado en sociedad el Plan de Modernización Fiscal (PMF), sin alcanzar la estatura de Marcel Proust, digamos que nuestro gobierno anda “En busca del tiempo perdido” por todos los gobiernos anteriores.
Muchos años han pasado desde que la ley de Estrategia Nacional de Desarrollo ordenó la realización de este Plan que debía ser justo y equilibrado y que, para entonces, ya era tan importante como necesario. ¿Por qué no se había firmado antes? Pues, porque los gobiernos temen como el diablo a la cruz, (o don Juan Tenorio al matrimonio), el hacer lo necesario por el bien de la nación si ello significa perder popularidad, que es justo lo que ocurrirá durante los próximos meses con el actual gobierno. Por eso he reconocido sin complejo el coraje del Presidente Abinader.
Más de un economista ha reconocido la necesidad de esta reforma, lo que habla muy bien de ellos. Pero mejor hubiera hablado, si sus partidos (PLD o PFP) les hubieran permitido colaborar en el diseño de la pieza. Hubiese sido fantástico que Luis Reyes, Juan Ariel Jiménez Núñez o Guarocuya Félix hubiesen participado en esas discusiones, caballeros de fina estampa, buenos hijos de sus santas madres los tres.
Llegada la pieza al Congreso, es el tiempo de las grandes preguntas y las correctas respuestas ¿Qué tan regresiva es la pieza? ¿Serán debidamente compensados los más pobres, junto a esa vulnerable baja clase media? ¿Qué será de la clase media (cerca del 40% de la población) que, cual arepa banileja, en estas cosas siempre recibe candela por arriba o por abajo?
Y lo más importante, ¿pensó el gobierno en el valor -no nutricional ni energético- (que lo tiene) sino en la importancia social/ humana/ existencial de una TAZA DE CAFÉ para esa familia pobre, que una taza de café es lo único que en su pobreza ella tiene para ofrecer a quienes le visitan. ¡Tengan cuidado!
Una taza de café, señor Gobierno.
En esa bendita taza de café deben pensar esos sociólogos sin alma, fríos como banqueros, que son los economistas, quienes deben recordar (algunas abogadas también son crueles) que hay cosas cuyo valor supera con creces su precio, y si quieren confirmarlo, que apliquen tasa de interés, cuota de amortización o tanto por ciento, al precio del último beso con que tu madre te bendijo, y entonces... se marchó. Amén.