Ideando
La Cafetera: una muerte anunciada
La Cafetera, un icónico lugar que antes era punto de encuentro de artistas, intelectuales y personalidades de la ciudad de Santo Domingo, después de 92 años, hace un par de meses, cerró sus puertas ante el lamento de un pequeño grupo de personas que, arropados por la nostalgia, aún evocan su tiempo de gloria.
Esto era una crónica que muchos esperaban porque este negocio, dentro de su categoría, permaneció haciendo lo mismo de antaño y no pudo o no quiso hacer la transición. No se actualizó como marca.
No advirtió que sus similares de hoy ya no solo venden café. El criterio abarca confort, variedad, hospitalidad, amenidad y hasta un lugar para reuniones de amigos, en fin, que eran otros los parámetros de servicio para negocios como el suyo y otros los valores que se debían poseer.
La dinámica de ayer no es la de hoy. Lo único permanente de esta era es el cambio y los servicios y productos que no se adecuan a estas realidades están condenados a desaparecer como ha sucedido con La Cafetera. Ahora, este negocio se estaba enfrentando a un mercado distinto y a un modelo de negocio diferente. Al no montarse en esa ola de cambios y modernidad, obviamente se fue alejando del mercado y poco a poco fue muriendo.
El éxito que conquistó ayer se sustentó en otros valores que hoy no tienen importancia para el mercado. Además, todo ese público cautivo que le era habitué fue desapareciendo y en el mismo orden fue perdiendo mercado el negocio.
Los modelos de negocio actual deben advertir a distancia los cambios. Deben anticiparse a los giros del mercado para hacer los ajustes de manera oportuna para seguir existiendo.