SIN PAÑOS TIBIOS
La modernización fiscal de Abinader
La estética del poder proyecta un mensaje también, y el de ayer fue claro: el gobierno va a por todas con la reforma fiscal.
El Ministro de Hacienda fue preciso al describir nuestras finanzas; proyectar el escenario futuro; diseccionar el sistema tributario vigente; exponer sus desigualdades y contradicciones; explicar las medidas propuestas y establecer la recaudación estimada con cada una de ellas. De tal suerte que sabemos de dónde saldrá el dinero, cuánto será y para qué se usará.
El presidente estuvo a la altura de las circunstancias. Casi todas las reformas anteriores se han hecho en contexto de crisis económicas, y esta se hace bajo condiciones de estabilidad y control macroeconómico, pues su objetivo no es resolver un presente inmediato, sino sentar las bases de las soluciones de los problemas del futuro.Tenemos déficits en servicios públicos, pero preferimos resolverlos desde la individualidad que asumir el coste compartido de su solución. Queremos que el sistema funcione pero no queremos pagar impuestos, ni que el gobierno tome préstamos. ¿Cómo financiar el costo de las intervenciones pendientes en servicios básicos sin meter la mano en los bolsillos? Queremos que todo el mundo se pare en rojo en los semáforos, pero que el agente nos “chancee”… e igual aplica en el plano fiscal. Nuestro sistema tributario es un reflejo de nuestro sistema político, en donde unos son más iguales que otros. Así, cada sector, grupo, gremio, familia, etc., busca SU exención –y mil razones tendrán para justificarlo–, pero nadie asumirá el principio de la igualdad de todos ante la ley; y ahí reside el carácter revolucionario de la “Propuesta de Ley de Modernización Fiscal” de Abinader.
Más que propuesta, es un llamado de alerta a la sociedad dominicana y a su clase empresarial y política, de que hay que acabar con las distorsiones que –en el plano impositivo y económico– hacen que seamos un país de grandes riquezas y grandes desigualdades… y eso hay que corregirlo. La oposición tiene (y debe) que criticar la propuesta, pero desde la razonabilidad de que lo que existe hay que cambiarlo. Desmeritarla y plantear que antes de subir impuestos hay que acabar con la evasión y aumentar las recaudaciones, obvia que el problema no empezó en agosto de 2020, pues viene de lejos, y es parte de nuestra idiosincrasia.
Este no es momento de desmeritar la reforma; ningunear al gobierno; ejercer el victimismo impositivo; o vender la idea de que cancelando empleados públicos o siendo más eficientes en el cobro, se hace innecesaria; pues no se puede obviar, ocultar o soslayar que el sistema tributario requiere una actualización, desde la lógica de la equidad.
Este es el momento de entender que el crecimiento económico y la paz social que vivimos no es sostenible con exenciones, incentivos y privilegios irritantes, sino con igualdad de derechos. Por eso toca apoyar una revisión integral de nuestro marco fiscal, porque es lo justo.