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OTEANDO

El asomo a la ventana del poder

[…El Estado necesita la traición, la venalidad, el engaño, las ilegalidades, la conspiración, los golpes bajos (las heroicidades, en cambio, solamente a cuentagotas y de tarde en tarde, por el contraste). Si no los hubiera, o no lo bastante, tendría que propiciarlos, ya lo hace. ¿Por qué crees que se crean cada vez más delitos nuevos? Lo que no lo era pasa a serlo, para que nadie esté nunca limpio. ¿Por qué crees que intervenimos en todo y lo regulamos todo, hasta lo ocioso y lo que no nos atañe? Nos hace falta la violación, el quebranto. De qué nos servirían las leyes si no las incumpliera nadie. Sin eso no iríamos a ninguna parte. No podríamos ni organizarnos. El Estado precisa de las infracciones, lo saben hasta los niños, aunque sin saber que lo saben. Son los primeros a prestarse a ellas. Se nos educa para entrar en el juego y colaborar desde en principio, y en él seguimos hasta el último día, y aun después de muerto, las cuentas jamás se saldan].

Está claro que el texto anterior no es mío. Es la opinión que tiene sobre el Estado Bertrand Tupra, coprotagonista de la novela “Tu rostro mañana”, de Javier Marías. Con tales palabras se dirige a su subalterno Santiago Deza, protagonista, quien hace de aprendiz de espía. Un texto que, a todas luces, riñe con la idea más común acerca de esta institución, que ha inspirado el proyecto de mi primer libro, y que aparecerá en él. A partir de dicho texto, comienzo por explorar en detalle las causas que inducen a muchas personas a rehuir del poder, porqué renuncian a él, ya cuando comienzan a ejercerlo, ya cuando lo han ejercido durante un tiempo razonable, pero sin que haya terminado aún el período para el que fueron electos -cuando por elecciones democráticas se les ha otorgado-, y más incluso, porqué muchos renuncian a intentar siquiera acceder al poder.

Mi tesis acerca de la causa de renuncia al poder es que algunos, al asomarse a la ventana que da hacia el poder, se encuentran con un abismo vertiginoso y nauseabundo no tanto por su profundidad como por su contenido. Es algo así como el encuentro de Pandora con los elementos de su ánfora -más luego caja-, que activa un freno de índole moral, el encogimiento del resorte de las ambiciones, para regresarlos al universo sereno donde habitan los inocentes, u optar por el purgatorio para evitar el infierno.

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