Un buen hombre de 100 años

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“Si ser cristiano fuese delito penal y te arrestaran, ¿Habría suficiente evidencia para condenarte?”

Ese fragmento de sermón se lo escuché por primera vez al trigésimo noveno presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, quien hoy cumple 100 años de edad. El demócrata sureño de Georgia frecuentemente citaba el impacto que esto tuvo en él, un hombre de familia que mientras estuvo en la Casa Blanca rezaba varias veces al día y enseñaba en la escuela dominical de su iglesia bautista hasta los 95 años. No pretendo ni por un segundo emitir el juicio divino sobre su paso terrenal, pero me atrevo a decir que tiene un muy buen argumento de comprobado amor al prójimo que haría probable esa condena de cristiandad.

Existen serios debates sobre quién ha sido el mejor presidente norteamericano, lo cual se torna más controversial cuando es abordado el legado de los más recientes. Es decir, aquellos cuyas decisiones administrativas siguen impactando en la vida diaria de la ciudadanía, incluso más allá de sus fronteras por la indudable influencia de Washington en el mundo. Sin embargo, cuando la pesquisa versa sobre el título de mejor ex presidente, hay un amplio consenso de que Jimmy Carter es el más merecedor y no precisamente por ser el que más tiempo ha vivido. Más bien, por lo que ha hecho en esa vida tan larga con que fue bendecido.

Su llegada al poder tras las elecciones de 1976 tenía un gran sentido político y social pues se trataba del primer proceso posterior al escándalo de Watergate. La confianza en los gobernantes se encontraba en un (para entonces) inédito fondo y un agradable ex gobernador sureño evangélico inspiraba agradable confianza. Fue una competencia más dura de la que muchos recuerdan pues encontró un formidable rival en la persona del incumbente accidental, Gerald Ford. Ya una vez en Washington, comenzó a implementar la política exterior por la que será mayormente recordado en América Latina, la de los derechos humanos que hasta entonces si bien no eran triviales, en definitiva no estaban en el centro de interés de sus antecesores.

En este renglón, no creo equivocarme al resaltar que el éxito más palpable fue en nuestra República Dominicana, donde coincidió con un liderato local maduro, democrático y responsable. El 16 de agosto de 1978, dominicanas y dominicanos presenciaron el primer traspaso pacífico del mando político en 100 años, siendo este el episodio que dio inicio a la tercera ola democratizadora en este lado del Atlántico. En momentos que algunos segmentos quisieron desconocer la voluntad popular expresada en las urnas, las señales desde nuestro principal aliado político y económico fueron inequívocas: sería inaceptable un gobierno que no tenga como aval indispensable la decisión libérrima del electorado. Cuatro décadas y media más tarde, seguimos por ese sendero y nos hemos posicionado como un faro de luz optimista en el continente.

El portal del Departamento de Estado americano recoge la carta que envió al presidente Joaquín Balaguer cuando este reconoció el resultado adverso y me permito compartir una parte de dicha misiva:

“Acabo de enterarme de los resultados de las elecciones presidenciales en la República Dominicana y quiero expresar mi profunda admiración por el arte de estadista que usted ha demostrado en este período de tan gran importancia para el pueblo dominicano. Su larga e ilustre carrera al servicio del pueblo dominicano asegura que su nombre siempre vivirá entre la gente de su país y de nuestro hemisferio.

Al pasar la carga del puesto a su sucesor electo, estoy seguro de que la historia recordará su contribución al establecimiento de la verdadera democracia en la República Dominicana como uno de sus mejores logros.”

Luego de ocupar la silla presidencial durante solo cuatro años, no se retiró de la vida pública sino que fundó el prestigioso Centro Carter, desde el cual siguió promoviendo el Estado de Derecho. En ese rol acompañó nuestras polarizantes elecciones de 1990, contribuyendo con bajar las tensiones vía su credibilidad técnica y de estadista para avalar el resultado.

Ese mismo año, estuvo presente en Nicaragua que por primera vez en su historia también fue posible un traspaso democrático. Doña Violeta Barrios de Chamorro vencía a Daniel Ortega contra casi todo pronóstico y según los testigos, el ex presidente americano le dijo al entonces líder revolucionario “Presidente, usted no ha ganado”. Se trataba de los mismos hombres que en 1979 habían tenido un intercambio totalmente opuesto cuando el Frente Sandinista había derrocado a Anastasio Somoza Debayle. El estadista no había cambiado, cambiaron los hechos y sus valores liberales democráticos se mantuvieron.

Como también sus valores humanistas han sido constantes, ejemplificado por el apoyo que ha dado a la lucha contra enfermedades como la malaria, filariasis y tracoma ocular. También ha sido uno de los colaboradores más visibles de iniciativas como Hábitat para la Humanidad que ayuda a construir viviendas costeables para familias necesitadas.

Los lectores podrán encontrar muchos homenajes en prácticamente todos los medios estadounidenses el día de hoy, pero quien esto escribe no quería dejar pasar la fecha sin recordar que Jimmy Carter, de 100 años de edad, ha sido un hombre bueno que vale la pena celebrar.