SIN PAÑOS TIBIOS
Aplicar (toda) la ley de migración
El nacionalismo –sea lo que sea que eso signifique– siempre ha sido rentable políticamente. A lo largo de la historia sobran ejemplos en todas las culturas, épocas y países, de cómo los políticos lo utilizan para movilizar a las masas… y nosotros no somos la excepción.
Así como el nacionalismo bien administrado es necesario, así su uso abusivo puede llegar a ser terrorífico y letal. Ahora bien, también es cierto que hoy la República Dominicana enfrenta uno de los desafíos más grandes de su historia; ahora que es víctima de una invasión masiva, desbordada y descontrolada de nacionales haitianos. El término “invasión” tiene una connotación militar, y quizás lo apropiado sería “ocupación”, pues al final, la cacareada “fusión” resultó ser eso.
Las razones o causas no vienen al caso, pero en los hechos, la implosión y colapso del Estado haitiano es una realidad incuestionable e insalvable, y nadie en la comunidad de países sabe cómo lidiar con eso y ningún instrumento del derecho internacional indica qué hacer cuando un Estado, luego de certificar su inviabilidad, desaparece.
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