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sin paños tibios

Todos somos Paula

Faltaban aún seis años para la “Guerra Necesaria”, pero en “La Edad de Oro”, Martí escribía para sí mismo y el futuro ejército mambí en torno a las razones de una guerra inevitable, porque “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible…”.

Hoy la máxima sigue vigente (y democratizada), de ahí la importancia de la protesta realizada anteayer por un grupo de mujeres frente al edificio de la Procuraduría General de la República en donde, al grito de “Todas somos Paula”, llamaban la atención al Ministerio Público (MP) –y a la ciudadanía en general–, a raíz del archivo provisional del caso que hizo el Tercer Juzgado de Instrucción de Santo Domingo Este, a solicitud del propio MP; el cual entendía que, agotadas las investigaciones de lugar, las razones y pruebas para sustentar la acusación inicial eran insuficientes, por lo que procedía la liberación pura y simple de los mismos dos ciudadanos a quienes en marzo les había pedido medidas de coerción y los sindicaba como presuntos asesinos de la víctima.

Paula Santana fue violada y asesinada en su lugar de trabajo, una empresa de zona franca dentro de un parque industrial vallado, y su cuerpo encontrado en una alcantarilla del complejo. Y la solicitud de archivo por parte del MP, o bien demuestra que actúa alegremente al momento de acusar y trancar; o que a posteriori su proceso de investigación es deficiente; o no muestra el mismo interés que tiene en casos más sonoros y populistas; o todas las anteriores.

Las verdades como son: Si el apellido de Paula no fuera Santana y fuera otro más sonoro y de abolengo; si en vez de ser una hija de gente humilde lo fuera de miembros de la élite política o económica; o si en vez de un crimen de una operaria de zona franca fuera el asalto a un banco comercial, hace meses que hubiéramos tenido acusaciones en firme, sometimientos… y hasta “intercambios de disparos” incluidos.

Pero no, Paula Santana refleja el modus operandi del sistema judicial dominicano; en donde sólo el poder, el dinero o la presión mediática hacen que los tiempos se cumplan y el debido proceso se garantice; y, lo que es peor, la naturaleza ruin y cobarde de una sociedad que no protege a sus mujeres, ni siquiera en sus lugares de trabajo.

Este caso ni puede perimir ni se puede olvidar, y la magistrada Mirian Germán tiene la obligación de salvaguardar el buen nombre del MP; resarcir judicial y espiritualmente a unos padres que perdieron una hija; proteger moralmente a una sociedad que ve la esperanza pisoteada por la impunidad y la complicidad institucional; y, sobre todo, decirle a esas mujeres que protestaban, que hoy, “Todos somos Paula”.

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