EN ESPECIAL
¿Qué pasará con las reformas?
La puesta en escena simulaba un acuerdo, entendimiento partidario, que supuestamente acogía la propuesta presidencial. La realidad: Los diputados se imponían a la dirección partidaria y al líder indiscutido del partido oficial, Luis Abinader. En el fondo los intereses de las extemporáneas aspiraciones presidenciales del 2028.
El PRM, cuya dirección había apoyado de forma “absoluta” la reforma abinaderista excusa la rebeldía congresual con el alegato de que “lo importante para el mandatario es que se mantenga la esencia de su propuesta de reforma constitucional”.
Abinader, revalidado en las elecciones últimas con un 57 por ciento de los votos, sombrilla de muchas aspiraciones congresuales y municipales, sugirió eliminar 53 curules y los diputados la limitaron a 20 y no le aceptaron ampliar las diputaciones nacionales. Los senadores perremeistas, para no quedarse atrás, rechazan limitar a 7 el Consejo de la Magistratura (gustan de la exclusión del Procurador, pero que en su lugar se coloque al presidente del Tribunal Constitucional) y el ámbito municipal cita a Duarte y a Peña Gómez, para resistir la unificación de las elecciones. La JCE ha hecho advertencias fundamentales sobre esta pretensión.
José Ignacio Paliza, presidente del PRM, hubo de recibir el balde de agua fría en el mismo edificio del Congreso Nacional y al salir de una reunión habló de “sacrificio” de los diputados, “de entregar al país parte de ese desprendimiento, de un país que necesita ese ahorro”. Muchos medios atemperaron el aldabonazo con títulos que hablaban de que PRM acogía “propuesta” de los diputados.
El problema es que los legisladores oficialistas, absolutos dueños del escenario congresual, se tornen excesivamente creativos y frustren completamente las reformas presidenciales.
La reforma constitucional mueve intereses políticos, pero las propuestas de cambios laborales, en seguridad social y fundamentalmente el pacto fiscal alborota intereses económicos que ya subieron al cuadrilátero y que tradicionalmente mantienen relaciones fluidas con congresistas.
Hay sectores empresariales molestos con el gobierno porque las reformas laborales se enviarán a las cámaras legislativas sin la eliminación de la cesantía, cuya permanencia defienden los sindicalistas. Abinader y sus funcionarios recularon o los empresarios leyeron mal el comportamiento oficial durante los dos años de conversaciones.
Incluso, hay comportamientos inusuales de sectores empresariales que la emprenden contra otros, como si colocaran trincheras por adelantando ante las posibles áreas de impacto de la reforma fiscal. Ámbitos industriales recelan del sector turístico, locomotora de la economía nacional, como la calificó Danilo Medina cuando ocupaba la presidencia de la República.
Sería delicado que, legisladores y sectores políticos oficiales, proyectando escenarios en 2028, emprendan caminos diferentes a los propuestos por Abinader, centrado en recaudar más de 110 mil millones para enfrentar déficits presupuestarios y necesidades de inversión en infraestructura, áreas sociales y de tecnología.
Abinader se va, y para bien o mal, no desperdicia tiempo y circunstancias para recordarlo y eso ha provocado tempranos desplazamientos de lealtades, que podrían expresarse en las votaciones de aspectos importantes de las propuestas sugeridas. Algunas reformas, incluso podrían ser retrasadas hasta esperar el momento electoral y alegarse su inconveniencia en momentos de buscar votos.
Si el mandatario se va, parecen razonar, la prioridad no son sus sueños de legado histórico, sino la búsqueda de los recursos para mantener las posiciones congresuales y municipales y empujar a uno de los aspirantes presidenciales del 28.
Esos cálculos ignoran que de estrellarse la gestión de Abinader al final del mandato, se haría imposible que el PRM se mantuviera en el poder, sin importar el candidato.
Algunas señales ya preocupan a quienes siguen de cerca la dinámica de los hijos del PRD: en La Vega se libra una guerrita de baja intensidad.