MIRANDO POR EL RETROVISOR
Los humos por encima de la cabeza
Desde la etapa de estudiantes, quienes decidimos abrazar el periodismo, tenemos que lidiar con las incertidumbres, frustraciones, desilusiones y temores. Se da mucho más en la etapa inicial, pero nos acompañan a todo lo largo del ejercicio, a tal punto que muchos llegan a preguntarse si eligieron la profesión correcta.
He visto alumnos con todas las condiciones para ser exitosos en la carrera, pero una frustración en la etapa inicial los ha llevado a declinar o a emigrar a otra profesión. Recuerdo el caso de una excelente estudiante –por lo menos eso demostró en los cuatrimestres iniciales- que decidió mudarse a otra carrera inconforme con la calificación de un profesor en una asignatura.
Mi rol de docente en una universidad, mis propias experiencias y el contacto tan frecuente con profesionales de la conducta humana, me han permitido palpar con mayor facilidad cuando estoy ante un estudiante o colega que enfrenta una situación traumática durante su ejercicio.
Pero de mis propias experiencias surge la empatía con los estudiantes y periodistas que hacen sus pininos en los medios de comunicación. Recientemente me topé con el caso de unos estudiantes que necesitaban una entrevista para su tesis de grado en la universidad, lo que habían gestionado infructuosamente con varios ejecutivos de medios. Quizás algunos entiendan que esas entrevistas les roban un tiempo precioso en su faena diaria dentro de las redacciones, olvidando que también fueron estudiantes que solicitaron esos apoyos con vehemencia y quizás encontraron a quienes les calmaron la desilusión que implica no alcanzar un objetivo tan simple en esa etapa de la formación académica.
Traigo el tema a colación porque el pasado viernes en la noche asistí a la conferencia “Cómo vencer el miedo y convertirlo en nuestro mejor aliado”, dictada por la comunicadora puertorriqueña María Celeste Arrarás, quien estuvo en el país para el evento “Simposio Iberoamericano de Comunicación 2024”, invitada por Fábrica de Contenidos y Markatel Comunicaciones, liderados por las periodistas Marta Quéliz y Saraida de Marchena.
Dentro de las experiencias expuestas en la conferencia por Arrarás y que la han llevado a adquirir las herramientas para vencer el miedo durante su dilatado ejercicio, me encantó la que compartió del humilde pescador Don Pachico, quien logró vencer los intentos de depredar el Santuario de las Ballenas Grises, en la Laguna San Ignacio de México. Su reflexión puntual al respecto es que “Hasta la persona más humilde consigue lo que se propone, si logra vencer sus miedos”.
Y de Arrarás, ganadora de tres premios Emy y con una trayectoria internacional tan destacada en las cadenas televisivas Univisión y Telemundo, especialmente a través de los programas “Primer Impacto” y “Al rojo vivo”, uno de los detalles que más me impresionó es que conserva su humildad en medio del éxito alcanzado.
La comunicadora y escritora estuvo el jueves pasado en Listín Diario para un almuerzo que se extendió por cerca de tres horas, a propósito de su conferencia del día siguiente. Pensé que se marcharía tan pronto terminara ese encuentro, pero sacó tiempo para entrar a la redacción, donde saludó a todos los periodistas, charló entre risas con el personal y se tomó fotografías con todo el que quiso. Lo mismo hizo al término de su conferencia del pasado viernes con el público asistente.
Su actitud me lleva a inferir que gran parte de su éxito está precisamente en conservar la humildad en medio de los logros que suele proporcionar el ejercicio de la profesión, como aquel pescador de la Laguna San Ignacio.
Días antes de Arrarás, estuvo en Listín Diario una joven comunicadora dominicana para participar en un segmento. Pasó rauda y veloz por la redacción para penetrar al set de la entrevista y salió de la misma manera. Es probable que dejará en algunos admiradores de la redacción –yo no me incluyo- la desilusión de hacerse con ella una fotografía de recuerdo, especialmente jóvenes periodistas que sueñan ser como ella.
A los noveles periodistas mi sugerencia es que se miren en el espejo de Arrarás, especialmente con el auge de las tecnologías de la información y comunicación que tanto envanecen. Precisamente, una de las reflexiones de la laureada comunicadora boricua en su conferencia, cuando fue cuestionada al respecto, es que “cuando la tecnología nos atormenta, hay que ir a lo básico”.
Pues para concluir les cuento que el jueves fue un día de emociones encontradas en la redacción de Listín Diario, primero por la encantadora presencia de María Celeste Arrarás y luego por el acto de despedida a las compañeras de labores Jhangeily Durán, Rubí Morillo y Nayeli Reyes, quienes partirán a principios de octubre a España para realizar una maestría en esa nación europea.
Fue una combinación de tristeza por verlas partir y de alegría porque sus compañeros de la redacción sabemos que han dado un paso que podría marcar la diferencia en su ejercicio profesional. Sé que quizás en ellas esté presente la incertidumbre que surge cuando se asume un nuevo desafío, pero tengo la convicción de que será encarado por ellas con valentía.
En una fotografía que me tomaron con las jóvenes comunicadoras ese día y que luego colgué en mis redes sociales, destaqué que las tres dejan entre sus compañeros de redacción una huella imborrable de profesionalidad, humildad y hermandad que, si la conservan, cuando el éxito les sonría, serán en el futuro admiradas profesionales como Arrarás.
Mi exhortación a que jamás olviden su etapa inicial del ejercicio. Y, cuando tengan de frente a jóvenes con los mismos anhelos e inquietudes que ellas tienen ahora, muestren esa humildad y empatía que podría evitarles incertidumbres, frustraciones, desilusiones y temores a quienes se abren paso en la profesión.
Los comunicadores con una trayectoria exitosa en los medios deberían tener siempre presente el compromiso de sembrar optimismo en los profesionales que se inician en el ejercicio, como hizo Arrarás el pasado viernes en la redacción del Listín Diario y en su conferencia.
Y, como una forma de enfocarse también en lo básico, mostrar que, pese al éxito, los humos no están por encima de la cabeza.