Pensando

Nuestra decepción

En las postrimerías de nuestra vida sentimos una profunda decepción por los que juraron defender nuestra soberanía y con ella nuestro honor. 

La situación que hoy afecta a la familia dominicana hay que llamarla sin ningún tipo de consideración, traición a la Patria. 

Ver traicionados nuestros orígenes revolucionarios de independencia, la memoria de nuestros proceres, nuestra cultura, es sencillamente haber renunciado al legado de Juan Pablo Duarte. 

De algo estamos seguros, de que nuestro pueblo se levantará una vez más y exigirá justicia frente a los traidores que pagarán la afrenta más dolorosa a la sociedad dominicana, desde el momento en que nuestros hombres y mujeres conformaron la Trinitaria en 1838, para ofrendar sus vidas defendiendo lo más grande de un ciudadano en este mundo, su nacionalidad. 

La traición es el sentimiento de resentimiento que más desnuda a aquellos que vagan sin identidad, porque viven en la esclavitud de rechazarse a sí mismos. 

El traidor se autodestruye al enfrentarse a una convicción que lo acorrala en las redes de la indignidad, arrodillado a los principios que forjan el honor; ese honor de tener identidad como triunfo prodigioso de la libertad y la conquista gloriosa de nuestra independencia. 

En definitiva, nuestra decepción tiene un solo camino, sustentarse en nuestra voluntad patriótica y caminar junto a la memoria de los Trinitarios, en el nombre de la Santísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente, jurando por nuestro honor y la conciencia que nos legara Juan Pablo Duarte. 

El momento es decisivo para reivindicar los valores de nuestra Patria.

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