Tribuna del Atlántico
La meta es un Estado más flaco
Cada época trae consigo sus propios paradigmas, la actual ha estado marcada por una apreciación de la figura humana en la que el estándar es la delgadez, que se manifiesta sobre todo en la imagen estilizada de modelos, en las pasarelas y concursos de belleza.
Todo esto en contraste con un estilo de vida qué promueve el sedentarismo y una alimentación que propicia la obesidad.
Ahora que los concursos de belleza comienzan a relajar sus normas de admisión, en aras de ser más inclusivos, la pasión por la delgadez ha llegado al Gobierno Dominicano, que ha presentado, en La Semanal, un ambicioso plan para reducir el tamaño de su estructura burocrática y operativa.
Federico Joviné lo ha comparado con una cirugía bariática, mientras que el economista Juan Ariel Jiménez, con poner a dieta al Estado, yo me atrevería a sugerirles, con todo respeto, no dejar fuera la liposucción, uno de los procedimientos más populares de la época, aunque también, uno que ha dado muchos dolores de cabeza y numerosos fallecimientos, pero que sigue siendo, tremendamente popular.
Uno de los más cuestionados anuncios ha sido la unificación de los ministerios de Educación y Educación Superior, al que se ha opuesto hasta el actual ministro de esta última, no sólo por la eventualidad de perder su cargo, sino porque estamos hablando, en términos prácticos, de crear un supermininisterio de proporciones casi elefantiasicas y si nos vamos a la época jurásica, estamos construyendo un dinosaurio, que puede, con su peso y tamaño, causar estragos en muchas áreas.
Hay iniciativas que parecen muy sensatas, unir la Administradora de Subsidios Sociales, con Supérate, parece lógico, lo mismo la incorporación del IAD al
Ministerio de Agricultura y otras acciones similares. Queda alguna duda de porqué, no se incluyen instituciones como el Inazúcar, por ejemplo.
Como dice Juan Ariel Jiménez, “no es cuestión de eliminar siglas, es cuestión de reducir la nómina”, vamos a ser francos uno de los principales planteamientos de las actuales autoridades, desde la campaña electoral del 2020, fue la de construir un estado más eficiente y reducir la siempre abultada nómina pública. Al día de hoy, ha sido todo lo contrario, la nómina ha crecido exponencialmente en estos 4 años.
“Que nunca es tarde si la dicha es buena”, dice el refrán popular, que siempre hay tiempo de rectificar, también es cierto, pero proponer una transformación de la burocracia estatal como la que ha sido planteada, tiene como riesgo principal para el partido de gobierno, que será un instrumento en su contra, en el 2028, que no está tan lejos, si la misma no logra los objetivos esperados.
Cabe preguntarse, ¿cargará el PRM con el costo político de despedir miles de empleados de las instituciones a suprimir o fusionar? ¿Seguiremos cargando al Estado con pensiones de los compañeritos que lancen el grito para no quedar desamparados?
Como ejercicio de racionalidad en el gasto público, la propuesta tiene indiscutibles aspectos positivos. La democracia de que hemos disfrutado, ha tenido el lado perverso del excesivo clientelismo que ha hecho del Estado, el espacio para cumplir con todo aquel que levantó una bandera o lanzó, a voz en cuello, un par de consignas.
Si el Gobierno está en disposición de asumir el costo político y tomarse en serio, la construcción de un Estado más eficiente, merece el respaldo de todos, siempre que no nos tomen el pelo, diciendo una cosa y haciendo otra.