POLÍTICA Y CULTURA

Ciriaco carecía de pensamiento, no de conocimiento

Sigue siendo un tema abierto para la reflexión y el análisis de la condición humana, la contradicción de comportamiento y conciencia de los verdugos, de los criminales nazis por ejemplo, bien estudiado por la filósofa judía, Hannah Arendt. Esta autora dice que el criminal nazi, Adolf Eichman, responsable de genocidios siguiendo las directrices del Nazi fascismo, carecía de pensamiento. Como estructura de razonamiento podría argüirse que era una máquina de matar pero tampoco tenía sentimientos para condolerse con las demás criaturas humanas. Ciriaco De la Rosa, uno de los asesinos de las hermanas Mirabal y de cientos de dominicanos, trabajando para el Servicio de Inteligencia de Trujillo, nos brinda un ejemplo paradójico de la complejidad moral de un ser humano. En su vida fuera del “servicio” como agente, condenado en Juicio público por la justicia dominicana en 1962, Ciriaco, logró escaparse o fue liberado de la cárcel donde cumplía condena, durante los días del Gobierno provisional del Dr. Héctor García Godoy en 1965. Días antes aprovechando la toma militar de la Fortaleza Ozama en plena guerra patriótica, varios de los asesinos de las Hermanas Mirabal lograron huir de la justicia popular. He leído a propósito del tema que la complejidad mental del asesino en serie o el psicópata tiene variables diversas. Todo esto viene al caso, al pensar en lo que me sucedió en Miami cuando a principio de los años 90 del siglo pasado me tocó representar al Doctor José Francisco Peña Gómez en un acto público de la Seccional del PRD. Vivíamos tiempos difíciles en la lucha por la democracia. Ofrecí una conferencia sobre la lucha democrática de la nación dominicana abogando por el cambio democrático que representaba Peña. Desde que llegué al susodicho local, un señor de edad avanzada me condujo a la sala donde yo dictaría la conferencia. Amable, con una sonrisa en el rostro el señor que trabajaba en el local como vigilante me impresionó vivamente. Estaba seguro que lo había visto o lo había conocido alguna vez. Una vez concluido el acto y mientras saludaba a los compañeros y asistentes, observé de nuevo el rostro del señor, a quien alguien llamaba por el nombre de “Don Mario”. Sentía una curiosidad por descifrar la identidad de “Don Mario”, ¿en dónde lo había visto alguna vez? ¿por qué sentía resquemor por una persona que aparentemente no había tenido ningún litigio conmigo, de dónde salía ese prejuicio?

Días después un compañero me reveló que se trataba de Ciriaco de la Rosa, uno de los asesinos de las hermanas Mirabal. Cuando se lo conté al Dr. Peña Gómez, no lo podía creer. “Don Mario” ya convertido en ruina física y moral, estuvo en ese acto donde se honró la memoria de los mártires y en especial de las Hermanas Mirabal. Desde entonces no he dejado de cavilar profundamente en la condición humana y he vuelto a leer a la filósofa y pensadora judía, Hannah Arendt cuando distingue entre conocimiento y pensamiento, el primero es la acumulación de saberes y técnicas, la conceptualización de lo aprendido, mientras que el segundo lo define, como una suerte de constante diálogo interno en el que, en la íntima soledad, uno juzga sus propias acciones. Ciriaco carecía de “pensamiento”, no de conocimiento.