El referéndum del soberano mandante
Se dice que la mitad de los problemas comienzan a resolverse cuando reconocemos que existe un problema. Pero al parecer el dicho de que no hay peor ciego que el que no quiere ver, es el que mantiene las anteojeras del caballo derrotado de la partidocracia dominicana.
La democracia en nuestra nación es un esqueleto que funciona cuando nos da la gana y que tiene la posibilidad de doblarse como el cartón a conveniencia del jinete.
Ciertamente el sistema que hemos denominado democrático y de partidos es un gran adefesio, un gran insulto a la inteligencia ciudadana, y va quedando claro que no se puede dar lo que no se tiene y por eso, los paños menores siempre nos golpean en la cara.
Ahora con la nueva intentona de modificar la constitución de la república, se ve clarito que el mandante debe y tiene actuar por ser el dueño del candado, es decir el pueblo dominicano, de donde emanan verdaderamente los poderes del estado.
A propósito ese artículo habría que quitarlo, pues así, el pueblo sería una cosa más parecida a lo que en la práctica es, un campo de refugiados y los legisladores y funcionarios sus captores.
Pero resulta que ahora, la pelota debe volver a la cancha del dueño del club, al soberano, no para que este sea consultado o vote a favor o en contra de alguna diablura que se proponga, sino para que como dueño de la casa diga: ESTO ES LO QUE SE VA AHACER, PORQUE LO DIGO YO, EL DUEÑO DEL CANDADO.
Fíjense que interesante, dos conceptos de la post modernidad democrática universal, pues la falacia es igual en todas partes: a) el dueño del candado y b) el referéndum del soberano mandante.
Es que ahora resulta que los diputados para proteger sus cuellos, y es lógico que lo hagan, dicen a la prensa que buscan formulas para no auto flagelarse, ya que la orden recibida por el Rey del Sol a través de sus principal súbdito en esa cámara legislativa, ha dicho, que los que no apoyen la reforma serán disciplinados.
O sea, el heredero del rey del sol, dice en su propuesta, que debe reducirse la nomina de diputados. El presidente de ese hemiciclo ratifica la posición del ejecutivo y agrega la amenaza para los que no apoyen la reforma completa a la constitución.
Pero resulta que mientras tanto no pueden ni legislar ni fiscalizar las diabluras del gobierno central con amor a la patria, pues es más importante proteger su carguito que proteger el interés nacional. ¿Y cómo cumplirle a los financistas?, ¡ay los que cogieron monedas de las de Judas!. Como diría el estribillo beisbolero popular: ¡tan asutao, tan asutao!.
Solo este hecho donde el conflicto de interés fluye a borbotones y descaradamente, es suficiente, para que exista un grupo de legisladores con algunos accesorios y testosterona, que decidan asumir la postura correcta de la independencia teórica de un legislador responsable, y dejen de ser lo que han sido, la vergüenza nacional, los levanta manos, parecidos mas a los réferis en las peleas de boxeo, que reales representantes de las comunidades.
Cuanta vergüenza ajena sentí al leer en la prensa su búsqueda de soluciones ante el auto sacrificio. Y cuanto despropósito veo en ese congreso nacional que recién se inicia.
Deberían todos renunciar a esa locura y armar el verdadero camino nacional, dejando acéfala la sala capitular y no sumarse a estos despropósitos, que seguramente se urdirán en sus nuevas racionalizaciones infernales.
El dueño del candado (el pueblo dominicano) debería tomar las calles e imponerse, pero está claro que ha sido traicionado por una funesta marcha verde que jamás fue verde y jamás representó un interés, que no fuera resolver sus problemas económicos personales.
La democracia dominicana actual y la agenda traidora que se promueve, llevarán alegremente a la muerte de la república y no nos damos cuenta.
Más que congresistas tenemos unos irresponsables que lloran más por su salario, barrilitos y oportunidades de maletín, que por todo el daño que ese funesto congreso nacional ha hecho a la república.
Y sin un solo norte o sueño de restaurarla, lloran como mujeres, pues no tienen testículos para defender su derecho a la libertad, independencia y juicio propio como hombres. Son tan cobardes que no supieron defender el espacio apropiado para la asamblea nacional y cedieron como prostitutas a un baile glamuroso en el teatro nacional.
El dueño del candado, el único que puede poner y quitar candados, es el pueblo dominicano. Ese glorioso pueblo que no necesita que le consulten, sino que se le respete y obedezcan sus propósitos.
Y este pueblo invicto a pesar de sus traidores, muchos de ellos en la reunión bicameral, el gobierno central, órganos constitucionales, ONGS, FFAA y el mismo palacio nacional, debe alzar su voz, indicándoles claramente a estos pichones de una gestión despótica, lo que deben hacer, o se van.
La constitución de la república ya no puede estar en manos de ese congreso acéfalo, sin juicio y sin corazón, y desprovisto de material colgante, para ser verdaderos fiscalizadores y verdaderos honorables, no de nombre sino de hechos.
Debe ser el pueblo mismo entonces que se imponga y haga los cambios que la constitución y la nación necesita.
Urge pues El Referéndum del Soberano Mandante, el verdadero referéndum y los que no den pie con bolas, salgan de sus curules, sus ayuntamientos, la sala capitular o de las cariátides, porque el dueño del candado, también es el dueño de la casa y es El Soberano Mandante.
Ese mandante en ese Referéndum Mandante, les dirá a ustedes, y así dejaran de ser títeres genoflexos, cuál será su agenda legislativa.
Y la labor de supervisión y fiscalización será sustituida, por una mirada con lupa, que el mismo pueblo hará. Y a medio término lo que no sirve se va, aunque esto implique a la primera magistratura del estado.
¡Se acabó el vender por tercio!, esa debe ser la consigna del pueblo dominicano. Y por favor no se vean en el espejo que sencillamente dan pena, la mayoría no merece una curul en lo que debería ser sagrado: el congreso nacional.