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SIN PAÑOS TIBIOS

El tránsito es más que eso

La esperanza que tiene un náufrago cuando arroja un mensaje al mar dentro de una botella, es la misma que se tiene al momento de escribir sobre el tránsito o hacer un llamado de atención sobre el problema, y con el mismo nivel de certidumbre.

Ya todo lo que se tenía que diagnosticar, estudiar, evaluar, formular y recomendar está hecho, sin embargo, las autoridades actúan como si vivieran en otra galaxia y no les importara, o, peor aún, no supieran cómo enfrentarlo.

Verdades sean dichas, porque el problema no comenzó bajo esta dirección del INTRANT, que apenas lleva 51 días, y ni siquiera de la anterior, o la anterior, o la anterior…

El problema es viejo y ya es estructural, y es uno de los pocos cuya creación y expansión es competencia exclusiva de los políticos que nos han gobernado en las últimas tres décadas. Como los arqueólogos cuando desentierran algo, en el tránsito se superponen capas y capas de desidia, mala planificación, dejadez institucional y la pasividad de los políticos de todos los partidos y colores, que dejaron que el problema creciera exponencialmente hasta alcanzar la dimensión de inmanejable que ahora tiene.

Somos dados a buscar grandes soluciones a grandes problemas, sobre todo cuando estas son fastuosas, grandilocuentes o implican unos niveles de complejidades que a medio plazo no se corresponden ni con nuestra idiosincrasia ni con nuestro desarrollo institucional.

Para muestra, en lo que se desata el lío de Transcore Latam y el INTRANT asume con eficiencia o no el control de la red semafórica; en lo que están listas las nuevas líneas de metro que aún no se comienzan, tranvías, etc.; ¿es mucho pedir que la gente se pare en rojo en los semáforos?

Vamos, que no hablamos de implementar propuestas que ya existen en torno al rediseño del flujo vial en la ciudad –por ejemplo–, sino de algo tan simple y obvio como exigir que todo el mundo se pare en rojo y no se bloqueen las intersecciones.

Pero no, lo obvio es demasiado evidente, por eso es mejor quedarse en las ramas de la modernidad, las tecnologías del futuro… o hablar de Inteligencia Artificial en un país en donde en promedio, la gente real no lo es.

Corregir lo simple, imponer la ley y establecer un sistema de consecuencias y sanciones que funcione de manera universal; que imponga multas generalizadas de manera sostenida y permanente; quizás podría lograr en pocos meses un cambio de hábito en nuestra ciudadanía.

Organizar el tránsito pudiera ser el primer paso de reordenar una sociedad desnortada, en donde cada día se agiganta la sensación de vacío de autoridad… y eso es peligroso a nivel sistémico. El caos es también una enorme oportunidad de proyectar la sensación de estabilidad que se está diluyendo y enviar el mensaje del orden y civilidad que se ha perdido, y que es tan necesario para mantener nuestra estabilidad política y económica.