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Re-reelección, constitución, construcción de las leyes y Poder

El debate nacional suscitado por el envío, desde el Poder Ejecutivo, de una propuesta de Ley que convoque la Asamblea Nacional Revisora para que esta, a su vez, modifique disposiciones constitucionales, incluyendo poner un candado a la re-reelección presidencial, excita el razonamiento de acreditados maestros del derecho, políticos, filósofos y, también, de leguleyos.

Acertados aportes provienen de mentalidades preclaras. El expresidente del Tribunal Constitucional, Milton Ray Guevara, en un artículo reciente en este Listín Diario, estableció lo innecesario del referendo revocatorio que, dicho sea, los reformadores 2004-2020 no convocaron para la modificación del 2015. Mediante esta, el congreso sastre legitimó la reelección y la re-reelección de los ejecutivos 2004-2012 y 2012-2016, respectivamente.

Hoy, el clamor público es ¡8 año y basta!

Al abordar el tema, se esgrimen argumentos que, en nuestro humilde entender, son meros eufemismos, siendo el mayúsculo relativo a quien construye a quién: ¿la ley al Poder o el Poder a las leyes?

Este debate, sin embargo, crea la oportunidad de superar el confinamiento en los intramuros de intereses espurios para elevarnos hacia el pensamiento duro, históricamente refrendado, articulado por teóricos fundadores del derecho y la política modernos.

Entre estos, resaltan dos: Nicolás Maquiavelo y Benito (Baruch) Spinoza: prohombres dedicados a eliminar las telarañas medievales del razonamiento sobre lo social y el ordenamiento político; a deslegitimar la fuente consanguínea del Poder.

La coincidencia entre ambos está en su similar concepción del tema troncal —aunque solapado— del actual debate: la constitución del Poder. En “El Príncipe” (c. 1513), Maquiavelo no abundó sobre este como en su “El arte de la guerra” (1520) donde la fuerza militar y el triunfo militar eran, para él, la fuente definitiva del poder político. En consecuencia, “su sociedad” fue espacio de una guerra sin fin. “Desde que tengo uso de razón” —expresó— “se ha hecho la guerra o se ha hablado de ella”. Así, confirió preeminencia a las artes del ataque y de la ofensiva, considerándolas fundamentales para mantener o perder ese poder político que sólo una vez conquistado podía ejercerse mediante leyes dictadas para la protección propia y colectiva como expone “El Príncipe”. Igual hizo Spinoza después, en su “Tratado teológico político” (1670).

De forma directa liberó aquel caudal desmonarquizador que terminó cercenando la cabeza de Luis XVI.

Coincidiendo con Maquiavelo, Spinoza estableció, mediante referencias históricas, que el poder no proviene de la sangre ni del cielo, ubicando su origen en las armas, las alianzas políticas, los asesinatos y la estrategia. Shakespeare, un poco parafraseando esto desde su teatro dijo que el éxito artístico nacía del asesinato: requería el cadáver de la fama de cualquier autor, figura u obra coetánea o anterior.

Sólo después de conquistar el poder es posible organizar la sociedad mediante leyes, lo cual es tarea del gobernante y el gobierno.

Leyes y normas dictadas para mantener el poder; validar su visión de la sociedad, del futuro, cualificando la imagen de los empoderados.

Sin el apabullante Poder político-congresual que lograron, los gobiernos 2008-2012, 2012-2016 no habrían podido modificar la constitución con fines re-reeleccionistas.

Dejemos, entonces, los hipócritas eufemismos. ¡A erradicar para siempre la re-reelección presidencial!