PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
¿Cómo saber si estamos educando para la justicia?
Sabemos que Sócrates se rascaba la cabeza al preguntarse si se podía enseñar la justicia. Él identificaba al hombre justo como el que cumple las leyes y así murió, cumpliendo una condena injusta.
Aleccionada por la historia, la enseñanza de la Iglesia católica pudiera resumirse así: una sociedad es justa socialmente “cuando realiza las condiciones que permiten a las asociaciones y a cada uno conseguir lo que les es debido según su naturaleza y su vocación.” (Catecismo católico, No. 1928). ¿Cómo inspirar en las jóvenes generaciones la decisión de trabajar por el bien común y la dignidad humana?
Kolvenbach se lo planteó en Santa Clara, 2000, en el discurso que vengo comentando. Reconocía que “la ideología que predomina hoy reduce el mundo humano a una jungla globalizada, cuya ley primordial es la supervivencia de los más preparados”. Muchos estudiantes y sus padres esperaban de los jesuitas “verse equipados a la última en lo profesional y en lo técnico para poder competir así en el mercado y asegurarse uno de los relativamente escasos y disponibles puestos de trabajo que puedan satisfacer sus aspiraciones y resultarles lucrativos”.
¿Qué clase de personas desean formar los jesuitas y los colaboradores en la misión asumida por la Compañía? Personas instruidas respecto de “la sociedad y la cultura”, marcadas por “una solidaridad bien informada.”
¿Con qué criterio evaluar los centros educativos confiados a la Compañía? Examinar “lo que nuestros estudiantes lleguen a ser”.
¿Cómo lograrlo? No será con “nociones”, sino con el contacto directo que “toca el corazón” y desafía a la mente “a cambiar”. Juan Pablo II (Milán, 5 de mayo, 2000) lo recordaba “la implicación personal en el sufrimiento inocente, en la injusticia que otros sufren, es el catalizador para la solidaridad que abre el camino a la búsqueda intelectual y a la reflexión moral.”
Kolvenbach esbozaba un programa: “los estudiantes a lo largo de su formación, tienen que dejar entrar en sus vidas la realidad perturbadora de este mundo, de tal
manera que aprendan a sentirlo, a pensarlo críticamente, a responder a sus sufrimientos y a comprometerse con él de forma constructiva. Tendrían que aprender a percibir, pensar, juzgar, elegir y actuar en favor de los derechos de los demás,
especialmente de los menos aventajados y de los oprimidos”. También disertó sobre profesores y universidades.