ENFOQUE
Capital social: la mejor inversión de República Dominicana
En ausencia de un capital social fuerte, es probable que las divisiones sociales se profundicen, exacerbando las desigualdades y polarizando aún más a la sociedad. Esto podría dar lugar a un entorno donde el individualismo y el interés personal primen sobre el bien común.
La cultura democrática de una nación refleja la madurez política, la solidez de sus instituciones y la calidad de su ciudadanía. En nuestro país, la evolución de esta cultura ha estado marcada por una combinación de avances significativos y desafíos persistentes, según se desprende de la reciente Encuesta de Cultura Democrática (ECD), del Ministerio de Economía, realizada entre 2022 y 2023.
Quiero abordar los hallazgos de este estudio, tratando de ofrecer una reflexión sobre las áreas donde la democracia dominicana ha mostrado progreso, aquellas en las que enfrenta estancamiento y retroceso, y las implicaciones que estos resultados tienen para el futuro de la nación. Advierto que mis juicios son empíricos y además atrevidos. No soy cientista social.
La encuesta ofrece aspectos alentadores, como el aumento de la confianza en ciertas instituciones sociales -las iglesias, las empresas y los medios de comunicación digital-. Este incremento refleja una recuperación de la percepción ciudadana hacia estos actores, quienes juegan un papel importante en la mediación de la vida pública y la articulación de demandas sociales.
Otro elemento positivo es que la participación política partidaria ha experimentado un aumento, un fenómeno contrario a la tendencia global de declive en la membresía de partidos políticos. Este resurgimiento del interés por la política formal sugiere que, a pesar de los desafíos, existe un segmento de la población que sigue comprometido con las estructuras tradicionales de representación.
En términos de tolerancia e igualdad política, aunque persisten actitudes prejuiciosas, especialmente en relación con género y raza, la encuesta revela que los jóvenes y las personas con más nivel educativo muestran una mayor predisposición hacia la equidad y el respeto a la diversidad. ¿Este comportamiento podría interpretarse como un indicio de que las nuevas generaciones están más abiertas a los valores democráticos? Creo que sí y ojalá que a largo plazo esto contribuya con una cultura política más inclusiva y pluralista.
Retroceso y estancamiento
En otro plano, la encuesta evidencia una profunda desafección democrática, especialmente entre los jóvenes y los menos educados, quienes muestran una notable apatía hacia el sistema político. Esta indiferencia es alarmante, pues amenaza con socavar el compromiso ciudadano necesario para sostener una democracia vibrante y participativa.
Otro indicador preocupante es la baja satisfacción con el funcionamiento de la democracia. Una gran parte de la población expresa desencanto con el sistema actual, lo que sugiere una crisis de representación. Este descontento se ve exacerbado por la alta percepción de corrupción en las instituciones, tanto públicas como privadas. La corrupción es vista como un mal endémico que permea todos los niveles de la sociedad, debilitando la confianza pública y perpetuando un ciclo de cinismo y desilusión.
El clientelismo, otro de los flagelos de la democracia dominicana, continúa siendo una práctica generalizada y socialmente aceptada. Este fenómeno distorsiona la esencia de la política democrática, transformando a los ciudadanos en meros clientes que buscan favores en lugar de derechos. La justificación del clientelismo, especialmente entre los sectores más vulnerables, revela un círculo vicioso que perpetúa la desigualdad y la dependencia.
La baja confianza interpersonal es un síntoma de la fragmentación social que afecta la cohesión comunitaria y dificulta la acción colectiva. En un contexto donde la desconfianza predomina, las posibilidades de construir un capital social robusto y efectivo se ven seriamente limitadas, lo que a su vez impacta negativamente en la calidad de la gobernabilidad democrática. En ese contexto, República Dominicana corre el riesgo de enfrentar un debilitamiento progresivo de su tejido social, lo que podría desencadenar una serie de consecuencias negativas para la estabilidad y el desarrollo del país. La fragmentación social alimentada por la desconfianza interpersonal no solo limita la capacidad de los ciudadanos para colaborar en la resolución de problemas comunes, sino que también erosiona las bases de la solidaridad y el sentido de comunidad.
En ausencia de un capital social fuerte, es probable que las divisiones sociales se profundicen, exacerbando las desigualdades y polarizando aún más a la sociedad. Esto podría dar lugar a un entorno donde el individualismo y el interés personal primen sobre el bien común, dificultando la implementación de políticas públicas efectivas y el fortalecimiento de las instituciones.
En un escenario donde la confianza en las instituciones y entre los ciudadanos se debilita, las fuerzas antisistema y populistas encuentran terreno fértil para crecer, promoviendo soluciones simplistas a problemas complejos y desestabilizando aún más el sistema democrático.
La falta de cohesión social también podría incrementar la vulnerabilidad del país ante crisis económicas, políticas y sociales, al dificultar la construcción de consensos y la movilización de recursos necesarios para enfrentar estos desafíos. Si no se revierte esta tendencia, el país podría verse atrapado en un ciclo de inestabilidad y retroceso democrático.
¿Cómo fortalecer el capital social?
Para fortalecer su capital social, la nación debe enfocarse en la educación cívica desde temprana edad, fundamental para inculcar valores democráticos y una comprensión profunda de los derechos y responsabilidades ciudadanas. También, en promover la transparencia y la rendición de cuentas en las instituciones, determinante para reconstruir la confianza pública.
Incentivar la participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones y fortalecer las redes comunitarias son pasos esenciales para fomentar la cohesión social. El apoyo a iniciativas de voluntariado y acción social, junto con el reforzamiento de la confianza interpersonal, también son necesarios para crear un entorno donde la colaboración y la solidaridad prevalezcan.
Mejorar el acceso a información veraz y a tecnologías de comunicación puede empoderar a los ciudadanos y facilitar la creación de redes de colaboración más amplias y efectivas. Estas acciones, en conjunto, ayudan a robustecer el capital social y, en última instancia, contribuir a una democracia más fuerte y resiliente.