Trump y Musk, los dos amigos
Donald Trump no es conocido por su apego a la verdad y los hechos. Más bien, son detalles que le son indiferentes y obstaculizan el “relato” que elabora de acuerdo a sus intereses personales. En el camino de su singular trayectoria como empresario, presentador de realities y político hasta ocupar la Casa Blanca, se ha aliado con personajes tan controvertidos como él. Uno de ellos es Elon Musk, líder en el mundo tecnológico e impulsor del auto eléctrico Tesla.
En realidad, antes de su amigable y accidentada conversación en la plataforma X (de la que es dueño Musk), el ex presidente republicano y el multimillonario entrepreneur no siempre se profesaron simpatía mutua. En el pasado Musk, quien durante años votó a candidatos demócratas, no tuvo la mejor opinión sobre Trump. Dos años después de que éste último perdiera en las urnas contra Joe Biden, el magnate tecnológico le aconsejó que colgara “su sombrero” y se desvaneciera en “el horizonte”. Si algo tienen en común es su aversión a los “perdedores”, y tal vez en ese momento Musk vio en el impulsor del movimiento MAGA a alguien que fracasó en su intento por ser reelecto frente a un candidato incluso más provecto que él. Trump no se quedó callado y llegó a acusarlo de “mentiroso”. Eran tiempos en los que todavía no eran los amigos (al menos por conveniencia) que hoy son.
Digo por conveniencia, porque si hay otro elemento que une a Trump y a Musk es un narcisismo compartido en el que lo prioritario son los réditos que cada uno pueda obtener. Para ambos las relaciones son básicamente transaccionales y no fundamentadas en el bien común. Las promesas del republicano de favorecer a los más ricos en el aspecto tributario atraen al creador de Tesla como la miel a la glotona abeja. Musk, defensor de una doctrina libertaria en contra de cualquier regulación que pudiera entorpecer sus millonarios negocios, tiene una pelea a muerte con la administración Biden. En la carrera a la presidencia en 2024, Trump le ha prometido villas y castillos, lo cual es suficiente para sellar esta alianza de conveniencia.
Por eso no debe extrañar a nadie que el pasado 12 de agosto Musk le entregara a Trump su red social (la antigua Twitter) a modo de anuncio político gratuito. Después de una serie de problemas técnicos que dejan en evidencia el pobre manejo de dicha plataforma desde que la compró el empresario, más que un diálogo, aquello fue un monólogo de dos horas para que el aspirante a la Casa Blanca repitiera su guion en un momento en el que, con Kamala Harris como relevo de Biden, su “relato” se ha desinflado en unas encuestas en las que aparece virtualmente empatado con la actual vicepresidenta.
En verdad, el argumentario de Trump es el mismo desde que irrumpió con fuerza en la política en 2016. Los escenarios que pinta son siempre apocalípticos hasta que llega él, como un mesías con poderes para devolverle a América una grandeza perdida. Y los causantes de esta supuesta debacle, además de la tradicional clase política de Washington, son, sobre todo, los inmigrantes que cruzan la frontera sur. Trump lleva años calificándolos de “criminales” y “violadores” que “destruyen” el tejido de una mitificada sociedad estadounidense. En su no conversación con Musk, dio por hecho (sin fundamento alguno) que hay países que a propósito “envían” a Estados Unidos a los indeseables: “En Venezuela y otros países, los crímenes han bajado entre un 50% y un 80% porque se han deshecho de toda su gente mala”, añadiendo, “son criminales que hacen parecer a nuestros criminales como buenas personas”. A lo que su anfitrión asiente, sin importarle un bledo los datos que contradicen tamaña desinformación. Según un estudio de la Academia Nacional de Ciencias realizado entre 2012 y 2016, las personas que ingresan a Estados Unidos de manera irregular tienen un menor índice de criminalidad que los nacidos en el país y los inmigrantes que entraron legalmente. De hecho, la evidencia apunta a que los países desarrollados se benefician grandemente del aporte laboral y la mano de obra de los inmigrantes, cuya presencia no incide desfavorablemente en las oportunidades laborales de los nacionales.
También Donald Trump y Elon Musk comparten su desprecio por los principios democráticos. A lo largo de su diatriba en X, el ex presidente coreó la mentira de que en 2020 fue víctima de un fraude electoral. Su casi nulo entrevistador le da la razón.