ENFOQUE
El emperador no tiene ropa
Cuenta la leyenda que un emperador vivía alejado de la realidad. Despreocupado de todo, excepto de las apariencias. Los reflectores, las luces y las cámaras eran su única preocupación. Las loas de bufones y aplaudidores lo embelesaban, haciéndole creer que el pueblo lo quería y que todos vivían como él, su familia y sus principales súbditos.
Inmerso en su mundo, aprovechaba ritual o efeméride para gritar urbe et orbi los progresos que había logrado. No paraba de mencionar obras inexistentes y se superaba, asimismo, volviendo a prometer lo que había incumplido creyendo que para el pueblo pasaría desapercibido.
El emperador sabía que su legado era prácticamente inexistente. Había hecho muchas promesas, la mayoría incumplidas. Prometió crear 1 millón de nuevos empleos y al cabo de 4 años faltaba generar más de 775 mil. Presumía logros en la reducción de la pobreza, omitiendo que durante su mandato los extremadamente pobres aumentaron de 2.9% a 3.2%. Se ufanaba de ampliar la cobertura de los programas sociales, desconociendo que el aumento se realizó para la compra de votos. Festinaba la realización de miles de obras, pero la realidad mostraba un sinnúmero de acciones sin empezar o inauguradas sin concluir, entre ellas el Autopista del Ámbar, la Presa de Monte Grande, la Presa de Guayubín, la Presa de Alto Yuna, y un largo etcétera. No tenía nada que festejar.
Rompió la tradición republicana cambiando la sede del Congreso Nacional por un recinto con mayor capacidad para que más audiencia escuchara su farragoso discurso plagado de manipulaciones, verdades a medias y mentiras piadosas.
Un día escuchó de sus cortesanos que podrían fabricarle la tela más suave y delicada jamás vista. Le ayudaría a prolongar su mandato, a encubrir las múltiples falencias de su gobierno, y a generar una «cortina de humo» que lo ubicaría frente a la historia como el gran reformador. Le propusieron llevar a cabo una reforma constitucional de «gran calado».
Sus súbditos le hablaron de una prenda con atributos especiales para usarla en su juramentación. Sería invisible para el pueblo hambriento o para cualquier opositor incapaz de apreciar sus virtudes. A pesar de la notable erosión de los salarios, al constante aumento de la informalidad o al incremento persistente en el costo de la canasta familiar, los pícaros de palacio le aseguraron que el crecimiento del PIB superaría el 5% y que la inversión extranjera sería de 4,500 millones de dólares, sería la envidia de los países de la región.
Cuando se refería al crecimiento afirmaba: “El crecimiento económico que experimenta «su reino» había alcanzado números envidiables, como los registrados en los años 2021, 2022 y 2023 cuando el Producto Interno Bruto tuvo un notable aumento promedio del 6.5 % anual, muy por encima de la media de la región.”
Presumía sus logros en materia de inflación afirmando: “Somos uno de los países con mayor estabilidad económica y con una de las tasas de inflación más bajas de Latinoamérica. «Mi reino» logró situarse en mayo de 2023 por debajo del rango meta del 4%, siendo uno de los primeros países en alcanzar ese objetivo y hemos cerrado el año con un 3.57%, y seguimos trabajando para mitigar los efectos de la inflación mundial.”
Cuando hablaba de la inversión extranjera en «su reino» afirmaba: “Nuestro gobierno ha generado un excelente clima de confianza, que ha permitido atraer la inversión privada al país en las cifras más altas de la historia …..
Para promocionar una reforma constitucional innecesaria, el emperador dijo: “…consagraremos en la Constitución un mecanismo de elección del Ministerio Público independiente, que lo consolide como una institución que ejerza sus funciones sin injerencias políticas y con imparcialidad, para luchar contra la impunidad que nos ha debilitado como democracia en el pasado. La independencia del Ministerio Público que impusimos por convicción propia estos últimos años ahora será una obligación constitucional.”
Por supuesto que la prenda que le ofrecieron no existía, pero los «graciosos» querían congraciarse con el emperador, para continuar beneficiándose de los favores que recibían. El emperador, ingenuo y nervioso, era incapaz de ver la prenda, y llamó a sus vasallos para confirmar las ventajas del nuevo vestuario.
Ninguno de ellos fue capaz de decirle que el crecimiento, por sí mismo, no garantiza la reactivación del mercado de trabajo, ni tampoco la superación de la pobreza o la reducción de las desigualdades. Tampoco le dijeron que es inconcebible afirmar que la pobreza extrema afecta solo a 85 mil familias y que el Programa Supérate beneficia a 1.5 millones de hogares. Nadie quiso mencionarle que todos saben que la mayoría en el congreso, «nunca antes vista», fue comprada con los recursos del pueblo engañado. Al emperador le molesta que le digan que manipula los datos, que exagera logros, y se disgusta cuando le recuerdan que cada año ofrece las mismas promesas que ha incumplido.
No le aclararon que el crecimiento del 2021 se calculó con el «rebote estadístico», y le hacen creer que en su gestión el crecimiento promedió 6.5%. Les da miedo decirle que, sin «rebote estadístico», desciende a 4%, si no se incluyen los meses del año 2020 del periodo de gobierno 2020-2024.
El emperador sabe que, incluir los meses del año 2020 y el «rebote estadístico» en el cálculo de PIB se obtiene un crecimiento promedio de solo el 3.8 %, y cuando no se tiene en cuenta el «rebote estadístico», el verdadero crecimiento en su mandato se ubica en un exiguo 1.9%. Muy lejos del 6.5% que le gusta festinar. Temieron señalarle que el ahorro de mil millones de pesos por bajar el número de diputados es pírrico, frente a la reducción de 100 mil millones de pesos que lograría llevando la nómina supernumeraria a los niveles de 2019.
El día de la rendición de cuentas el emperador se vistió con sus mejores galas. Los «chufleteros» de palacio le ayudaron a ponerse la inexistente prenda y el emperador desfiló hacia el teatro, su vanidad y orgullo le impedían comprender lo que estaba sucediendo.
A su paso, cortesanos y aplaudidores lo alababan. Nadie podía ver la prenda que el emperador portaba, pero disimulaban para que la «comentocracia» no los tachara de ignorantes. Nadie veía nada, hasta que miles de niños pobres, cogidos de la mano de sus padres que llevaba más de tres años desempleados o sobreviviendo con ingreso precarios, y de sus madres que sufrían por qué no tenían ni un «chele» para darles a sus hijos las tres calientes, gritaron al unísono:
«¡EL EMPERADOR NO TIENE ROPA!»
La multitud gritó: ¡El emperador va desnudo!.. ¡El emperador va desnudo!. El emperador los oyó, pero su soberbia, e indiferencia por los más humildes lo hizo continuar con su puesta en escena, insuflando párrafos plagiados del discurso de Matin Luther King Jr, pero la grandilocuencia con la que los pronunciaba lo asemejaba más a un presentador de una pelea de box, que a un Jefe de Estado hablándole a su pueblo y a los dignatarios presentes, quienes atónitos, se miraban entre sí y exclamaban: ¡De cuál país es que nos habla?!. La historia continuará.