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Desde mi pluma

Insistir y persistir

Esta semana me contaron una historia que me recordó la importancia de perseverar, incluso desde la incomodidad.

A Esther le tocó abandonar sus estudios para trabajar y poder sacar adelante sola a sus dos hijos. Tuvo varias oportunidades de culminar su carrera pero, además de sus responsabilidades del día y las vicisitudes económicas, comentarios como “¿para qué quieres un título?”, “ya estás grandecita para eso” o “¿a estas alturas de la vida” solían detenerla.

Cuando cumplió 44 años realmente llegó a creerse “demasiado vieja” para volver a las aulas y retomar una carrera en un tercer cuatrimestre, pero apagó esos pensamientos y siguió adelante.

Cuando le pregunté si en algún momento pensó en hacer caso a todo eso, dijo que “ninguna obra de arte, por más perfecta que parezca, fue pintada sin alguna gota de pintura derramada y ningún castillo fue construido sin haberse caído un ladrillo en el proceso de levantarlo”. Una reflexión demasiado poética para ser sinceros, pero con mucha verdad de fondo.

Sea cual sea tu anhelo más grande en la vida, no dejes que tu mente y las opiniones de los demás te jueguen sucio y te conduzcan al auto sabotaje. No compares tu camino ni midas tu tiempo con relojes ajenos, si vas tras lo que quieres, unas veces sentirás que vas más lento y en otros momentos demasiado rápido, pero lo importante siempre será la meta.

No renuncies a tus sueños por creerte demasiado joven o demasiado viejo. Pero sobre todo, sé persistente, pues es común que cuando más cerca estás de lo que quieres, más espinoso se siente el trayecto.

De no haberse aferrado a esta idea, hoy Esther no tendría en sus manos su ansiado título, no le regalaría ese orgullo a sus hijos y a sí misma, no estaría trabajando ahora en lo que quería desde pequeña, antes de que la vida se volviera tan complicada. Entonces, insiste, persevera, persiste y consíguelo.

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