La palabra embriaguez es utilizada no solamente para el uso en exceso de alcohol, vino, ron, etc. Sino también emborracha el poder. Los políticos muchas veces se emborrachan, tienen embriaguez. Y también el dinero, el placer, la perversión emborrachan. Por eso decimos que la embriaguez del vino, del poder, de la lujuria, malos deseos o el odio son capaces de dañar a quienes se entregan a esos pecados, o excesos, también hace daños a otros. Los que se embriagan hacen daño, quieran o no. Como le pasó a Juan el Bautista, fue víctima de la embriaguez de Herodes. Hasta mañana si Dios, usted y yo los queremos.