El Foro del Nordeste y los ODS
Cuando el Papa Pablo VI en el 1967 escribía su Encíclica Populorum Progressio trataba de seguir aportando a la práctica, ya consolidada de la Iglesia, de analizar las cuestiones sociales “a la luz del Evangelio” (2).
En ese momento, la Organización de Naciones Unidas (ONU) contaba con más de 20 años de creada, más de 50 Estados miembros y se erigía ante el mundo como una institución con objetivos claros sobre la necesidad de discutir problemas y soluciones comunes en el mundo, con el objetivo de favorecer al bienestar de la humanidad.
El mismo Papa había visitado su sede, en New York, el 4 de octubre del 1965 y dirigiéndose a los estadistas presentes, les planteaba grandes retos. Les hablaba de su convencimiento de que la ONU representaba “el camino obligado” para la construcción de una civilización moderna y de la paz mundial (3) y todo debe partir de la necesidad de trabajar por “la fraternidad los unos con los otros” (4).
Debemos recordar que el Obispo de Roma está tratando de aportar a la reorganización del presente y del futuro del mundo en un contexto de, en aquel entonces, recién pasada Segunda Guerra Mundial.
De aquí que, se ve en la necesidad de plantearse una pregunta y, se encontraba en un escenario ideal: “¿Quién no ve la necesidad de llegar así, progresivamente, a establecer una autoridad mundial que esté en condición de actuar eficazmente en el plano jurídico y político?” (6), para orientar y conducir el proceso del desarrollo, el camino de la paz en el mundo, de la fraternidad y de la integración de los pueblos.
Esta misma propuesta las planteaba dos años más tarde en su Populorum Progressio, convencido de que los pueblos son “constructores de su propio desarrollo… pero no lo realizarán en el aislamiento” (77).
Esta autoridad mundial que el Papa proponía no era una persona, sino un Plan, el cual se materializó con el compromiso que asumieron unos 190 jefes de Estado en el año 2000, firmando los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), los cuales fueron actualizados en el año 2015, con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS).
El actual marco mundial, a las puertas de cumplirse el 60 aniversario de su planteamiento, si bien es cierto que muestra desafíos significativos en algunos aspectos, como las guerras y la convulsa geopolítica mundial, no menos cierto es que el marco jurídico dominicano, ha tenido grandes avances que sustentan la propuesta del Foro del Nordeste y favorecen su realización, el cual está llamado a convertirse en un espacio de discusión de necesidades, fortalezas y deseos de integración regional, desde una identidad propia y desde los esfuerzos de los mismos actores y protagonistas que interactúan en las provincias Hermanas Mirabal, Duarte, María Trinidad Sánchez y Samaná.
El enfoque de desarrollo integral, en un contexto donde República Dominicana está liderando importantes reglones en la Región del Caribe y Centroamérica, potencializa al nordeste para identificar su propia fortaleza turística, ecoturística, cultural, religiosa, agroindustrial, con rubros que nos identifican a nivel nacional y mundial como el cacao orgánico, el arroz, el banano, el coco, la producción de leche, la pesca, cultura y creatividad, entre muchas otras bondades naturales y que caracterizan la región.
El Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo (MEPYD) y su ministro Pável Isa Contreras, no solo ha dejado claro su contundente apoyo al Foro del Nordeste, sino su visión de que para planificar el desarrollo “nadie mejor que la gente que conoce su territorio y sus potencialidades”.
En este sentido, esta sinergia que ha propiciado la iniciativa del director del Listín Diario, Don Miguel Franjul, para promover una mayor integración regional de desarrollo y una agenda en búsqueda de alcanzar soluciones comunes a problemáticas comunes que enfrentan estas cuatro provincias, van muy de la mano con el Objetivo 17 de los ODS que invita a propiciar “alianzas para lograr los objetivos”, y alcanzar constituirnos en la familia de los pueblos del nordeste, donde empujemos hacia la conformación de un bloque regional fuerte, donde nos una no sólo la geografía, sino también la planificación en el desarrollo, sus metas, objetivos y prioridades, que implique la educación, las infraestructuras viales, de servicios, la economía, la industria, las políticas gubernamentales, la cultura y las estrategias que marcan las pautas de acción y los indicadores del progreso regional.
El foro tiene que responder a retos del presente y del futuro para el nordeste del país. Lo primero es que debe abrir una ruta de planificación del desarrollo, más que una larga numeración de obras, donde la integración de actores sea prioridad y facilitada.
Este evento ha de enmarcar el contexto para iniciar un proceso real de integración y alianza regional. Ha de reconocer las falencias, del pasado y del presente, también su inmensa riqueza, material e inmaterial, para poder proyectar su futuro.
Es necesario identificar sus innumerables recursos humanos, en las academias, entre las autoridades, la sociedad civil, las instituciones y organizaciones, para unir las voluntades que, por décadas, han permanecido aisladas; es necesario unificar y/o deponer protagonismos e intereses particulares, para lograr alcanzar la efectividad de las alianzas y la implementación, ya retrasada, de tantas buenas acciones, que esperan de una mano amiga para levantarse y caminar.
Es muy necesaria la alianza del Gobierno, en este caso, del MEPYD como rector de la planificación, las sectoriales del gobierno aplicando sus planes estratégicos articulados entre sí, con los ayuntamientos, con el sector privado, unidas las manos y mentes de los buenos hombres y mujeres dedicados a romper paradigmas, ser disruptivos, positivos, y soñar la región que juntos construiremos.