EL BULEVAR DE LA VIDA
Si falla la ética, que no falte la estética
La celebración del acto de toma de posesión del presidente Abinader en la sala principal del Teatro Nacional, a uno le recordó el Soberano, pero no por los premios de ACROARTE, sino por el reconocimiento al soberano pueblo dominicano.
Gracias al aumento del aforo, allí se dieron cita no sólo la élite política, diplomática y empresarial -como manda el protocolo-, sino también algunos altos nombres del deporte, el arte popular, la ciencia y la “intellighenzia” iberoamericana.
La mudanza permitió organizar mejor el evento, aprovechando las facilidades técnicas y arquitectónicas que el lugar ofrece. La sala de la Asamblea Nacional del edificio del Congreso inaugurado en 1955, hace años que había quedado pequeña para el número de legisladores, ministerios y direcciones generales creados en casi siete décadas, además del aumento en el número de miembros del cuerpo consular y diplomático.
Si el Teatro Nacional pertenece al Estado, por qué no utilizarlo para celebrar allí la gran fiesta de nuestra democracia ininterrumpida desde 1966, que se dice fácil.
No es casual que más de un jefe de Estado y/o de gobierno haya expresado su satisfacción por la celebración de la actividad en este nuevo escenario, excelentemente decorado para la ocasión con réplicas inteligentes de los cuadros de Vela Zanetti que remiten a la sala donde descansa la soberanía nacional. No he tenido el tiempo de consultar a mis fuentes y averiguar de dónde surgió la idea, pero tengo mis sospechas palaciegas, y ¡qué bueno! que la propuesta fue aprobada por los tres responsables de la cosa, Ricardo de los Santos, (Senado), Alfredo Pacheco, (Diputados) anfitriones, y el coronado Abinader Corona (Ejecutivo).
La decoración del Teatro -regia, imponente, elegante sin llegar a Popi- no pudo estar mejor y no era para menos: cuando falla la ética debe brillar la estética. Y es que, visto lo ocurrido en nuestro sistema de administración de justicia con el oportunista criterio de oportunidad del caso “Mimililazo”, o más recientemente con el caso Odebrecht donde se intentó juzgar a un señor por lavado de activos sin tener las pruebas para demostrar la culpa del lavador, digamos que era de rigor mejorar el decorado.
Dice Umbrales que “sin sus caderas no hay paraíso, ni hay noches sin sus ojos de gata mala”, y es cierto; pero de igual manera, sin lavador no hay lavado. Ser limpio no es lo mismo que ser pulcro.