MIRANDO POR EL RETROVISOR

Un efusivo agradecimiento a la delegación olímpica dominicana

Un amigo suele agradecerme por un servicio que le brindó quincenal, aunque forma parte de mi rutina de trabajo. En una ocasión le dije que no era necesario por el carácter frecuente del aporte, pero sigue haciéndolo, dándome a entender que esa persona cultiva una virtud que pocos valoran: Ser agradecido.

La semana pasada también fui testigo de otros dos gestos similares. El jefe de un departamento le agradeció a una empleada por realizar una tarea que le encomendó. Y una estudiante, de quien hace tiempo no sabía, me envió un mensaje por whatsapp para informarme que ya había inscrito su monográfico, lo que acompañó con un agradecimiento porque, según me confesó, yo era parte importante de ese logro.

Algunos dirán que el jefe no estaba obligado a sentirse agradecido, porque se trataba de la orden de un superior y una responsabilidad propia del trabajo habitual del subalterno. Pero pienso que agradecer enaltece, mucho más cuando la mayoría estima que no estás obligado a hacerlo, como pasó con el jefe y la subalterna, y la alumna y el profesor.

El evangelio de Lucas, capítulo 17, versículos del 11 al 19 narra la ocasión en que Jesucristo estuvo en Jerusalén, entre Samaria y Galilea, donde diez leprosos le gritaron desde lejos a viva voz que los sanara: “Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

El detalle curioso de este relato bíblico es que fuera un extranjero el agradecido con Jesús, y tomando en cuenta la enemistad histórica que prevalecía entre judíos y samaritanos.

Recordamos que en Juan 4:9, una mujer samaritana se sorprende de que Jesús, siendo judío, le pidiera agua. El testimonio de un samaritano era también inaceptable entre los judíos, quienes evitaban incluso pasar por Samaria si necesitaban llegar a Galilea.

Pero el agradecimiento viene a veces de quien menos se supone e incluso cuando menos no lo esperamos. En la mayoría de las ocasiones, las personas más llamadas a sentirse agradecidas no lo expresan, porque piensan que la otra está obligada a realizar determinada tarea por la remuneración que recibe.

Otro momento en que se dificulta agradecer es cuando los resultados no han sido como esperábamos, aunque haya estado de por medio un notable esfuerzo. En muchas ocasiones tiramos al zafacón del olvido glorias pasadas, simplemente porque en esta oportunidad la meta no se alcanzó.

Marileidy Paulino ganó medalla de oro e impuso récord olímpico en los pasados juegos de París.

Marileidy Paulino ganó medalla de oro e impuso récord olímpico en los pasados juegos de París.EXTERNA

Traigo todo esto a colación por la reciente participación de la delegación dominicana en los recién concluidos Juegos Olímpicos celebrados en París, Francia. Lo que la cantante sueca Agnetha Fältskog, del famoso grupo ABBA, expone con su melodiosa voz de soprano en su icónico tema “The winner takes it all” (El ganador se lo lleva todo) fue emotivo con el trato a nuestros atletas, pero al mismo tiempo desalentador.

Como es tradición, toda la atención del país se centró en los ganadores de medallas: Marileidy Paulino, oro y récord olímpico en los 400 metros planos, así como en los boxeadores Yunior Alcántara y Cristian Pinales, con sendas preseas de bronce en las categorías de 51 y 80 kilogramos, respectivamente.

A su llegada al aeropuerto fueron prácticamente ignorados el velocista dominicano Alexander Ogando, quien quedó en el quinto lugar en la final de los 200 metros planos, a solo 32 centésimas de la medalla de bronce y compitiendo con atletas de un elevado nivel.

Por igual las pesistas, también sin medallas, pero con un excelente desempeño, y las Reinas del Caribe, el equipo de voleibol femenino que tantos triunfos y emociones ha brindado al pueblo dominicano, aunque en esta oportunidad no lograron el pase a las competencias finales.

Aunque nadie cuestiona los aportes económicos y otros reconocimientos que han recibido Paulino, Alcántara y Pinales, tan solo clasificar para unos juegos olímpicos, donde compiten atletas de todo el planeta con un elevado nivel y mayor apoyo estatal que los de este “patio trasero”, merece el reconocimiento y agradecimiento de la sociedad.

Como sociedad debemos sentirnos agradecidos y regocijados con los logros de nuestros atletas medallistas, pero también con aquellos que compitiendo gallardamente pusieron por igual en alto nuestra enseña tricolor.

Recientemente el profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Ramón Cocco, propuso al presidente Luis Abinader entregar un millón de pesos a cada atleta que representó a República Dominicana en los pasados juegos olímpicos.

Yo voy más allá de la propuesta del catedrático universitario, recordando el poema “Los Humildes” del escritor, periodista y también profesor, Federico Bermúdez, que he citado en otras ocasiones, dedicado a los héroes sin nombre, aquellos “dormidos a la sombra del árbol del olvido” porque la gloria absoluta siempre es del capitán. Me refiero a los entrenadores, médicos, fisioterapeutas y el resto del personal que hacen posible el éxito de nuestros atletas, pero siempre olvidados cuando se reconocen los logros de los deportistas en competencias internacionales.

A ese anhelo hay que sumarle el clamor de un real y efectivo apoyo estatal para mejorar las condiciones en que nuestros atletas entrenan. Si podemos exhibir éxitos ostensibles con tan pocos recursos y la escasa ayuda oficial a nuestros atletas, a lo que se suma las precariedades en el ámbito familiar, imagínense lo que lograríamos como país sin esas limitaciones.

Confiado en que ese panorama cambie y que se haga realidad ese apoyo económico y reconocimiento en general, aprovecho para extender mi más efusivo agradecimiento a la delegación olímpica dominicana que nos representó en los pasados juegos olímpicos, con tanto orgullo y amor patrio.