ENFOQUE

Reforma Constitucional y el Sistema Electoral Dominicano

A propósito de la reciente alocución del presidente Abinader, donde dio a conocer las principales propuestas de la próxima reforma constitucional, y ya que el país ha entrado en un amplio proceso de reformas institucionales necesarias, me atrevo, sin que me mueva ningún tipo de aspiración legislativa, a hacer algunas reflexiones a partir de mi experiencia en los procesos electorales nacionales.

No hay dudas de que la democracia se sustenta en el principio de que cada voto cuenta y cada voz es escuchada. Sin embargo, en la República Dominicana, el método D’Hondt, utilizado para asignar asientos en el Congreso, ha generado un debate sobre su capacidad para reflejar verdaderamente la voluntad popular. Este sistema, aunque eficiente en su simplicidad matemática, presenta limitaciones que lo vuelven potencialmente antidemocrático en la práctica.

El método D’Hondt se utiliza para asignar asientos proporcionalmente a los votos obtenidos por cada partido. Sin embargo, en contextos como el nuestro, su aplicación puede llevar a resultados desproporcionados. Es común que candidatos que obtuvieron significativamente menos votos que otros logren asientos, simplemente por la distribución de votos entre los partidos. Esto no solo es injusto, sino que también debilita la representación efectiva de los ciudadanos.

Ejemplos específicos ilustran esta inequidad. Uno cercano y documentado ocurrió en la provincia de San Cristóbal, donde el candidato Eddy Montás obtuvo una cantidad de votos considerable, superando incluso a otros candidatos que sí lograron obtener una diputación. A pesar de su amplio apoyo popular, quedó fuera de la Cámara de Diputados debido a las peculiaridades del método D’Hondt. Un caso similar se observó con Priscila D’ Oleo en la provincia de María Trinidad Sánchez. Aunque casi triplicó el número de votos de algunos candidatos que obtuvieron un escaño, no logró alcanzar un asiento en el Congreso. Estos casos evidencian cómo el método D’Hondt puede distorsionar la representación y frustrar la voluntad popular.

Además, el método favorece a las grandes formaciones políticas y las áreas urbanas densamente pobladas, dejando a las regiones rurales y menos pobladas con escasa representación. Las voces de las comunidades pequeñas a menudo se pierden en el ruido de las ciudades más grandes, donde la concentración de votos decide el destino de la representación congresual. Este fenómeno crea una desigualdad en la representación, en la que las preocupaciones y necesidades de las áreas rurales quedan eclipsadas por las prioridades urbanas. Esto no solo es una injusticia para los votantes, sino que también limita el desarrollo equilibrado del país, ya que las decisiones políticas y económicas tienden a favorecer a las regiones con mayor representación.

Una alternativa viable para corregir estas deficiencias y avanzar hacia una democracia más justa y equitativa es la adopción de un sistema de distritos electorales. Este enfoque garantizaría una representación más directa y equitativa de los ciudadanos, asegurando que cada región del país, independientemente de su tamaño o población, tenga una voz en el Congreso. Con un sistema de distritos electorales, cada distrito elegiría su representante de manera directa, lo que aseguraría que todas las regiones del país tengan representación en el Congreso, sin importar su tamaño o población. Esto equilibra la balanza de poder entre áreas urbanas y rurales, promoviendo una verdadera equidad territorial. Al estar directamente vinculados con la comunidad que representan, los candidatos elegidos bajo este sistema estarían más comprometidos con las preocupaciones y necesidades específicas de sus distritos, lo que mejoraría la rendición de cuentas y la atención a problemas locales. Este enfoque fomentaría una política más orientada hacia la comunidad y menos hacia los intereses partidistas.

Implementar un sistema de distritos electorales no es una tarea sencilla. Requerirá una revisión exhaustiva de los límites electorales para asegurar un equilibrio poblacional, así como la aprobación de nueva legislación que respalde este cambio. Además, será fundamental llevar a cabo campañas de educación y sensibilización para informar a la ciudadanía sobre el nuevo sistema, asegurando su comprensión y aceptación. Este cambio, sin embargo, es necesario si aspiramos a una democracia verdaderamente representativa y equitativa. La reforma del sistema electoral es un paso fundamental para garantizar que todas las voces en nuestro país sean escuchadas y representadas.

El debate sobre el método D’Hondt y la representatividad electoral debe ser el inicio de una conversación más amplia sobre cómo podemos mejorar nuestra democracia. Adoptar un sistema de distritos electorales es una oportunidad para fortalecer nuestras instituciones democráticas y asegurar que cada ciudadano dominicano tenga una voz en el gobierno que lo representa. Solo así podremos construir un futuro más justo y equitativo para todos.

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