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ENFOQUE

Luis y la Constitución

Desde que los seres humanos superamos las tendencias medievales y las monarquías absolutas. Desde que los filósofos de la ilustración dieron paso a los textos de la libertad, ya sea con el contrato social de Rousseau, con los textos de Voltaire o con los papeles federales que dieron pie a la libertad de Estados Unidos. Desde esa época lejana donde nace el constitucionalismo moderno, las sociedades democráticas han tratado de frenar el poder de los hombres con el poder de las letras. Ha sido una constante lucha. Desde Maquiavelo hasta otros teóricos del poder práctico o como otros llaman el realpolitik, se explica cómo el poder puede superar las reglas escritas. A ese contexto internacional debemos explicar o agregar el nuestro en la República Dominicana. Nuestra libertad ha sido precaria, y nuestra historia constitucional así lo explica. Desde aquel artículo 210 de la Constitución de Santana en San Cristóbal, que paralizó los ideales de Duarte y los trinitarios, pasando por las reformas subsiguientes, la mayoría de las cuales buscaban la manera de acomodar las reglas al poder de turno. Ya fuera Santana, Báez, Lilís, Trujillo o Balaguer, para no mencionar otros poderosos de menor relieve, la Constitución era el primer picazo del autoritarismo. Por eso, en parte, cuando nace el Partido Revolucionario Dominicano en el exilio, en Cuba, uno de sus postulados esenciales es la prohibición de la reelección consecutiva.

Ya la historia más reciente, vuelve a retratar la guerra entre las letras de la libertad y las reformas de la caverna. Veamos la reforma hija de la crisis electoral del 94, donde se jura por una Constitución libertaria.

Justo es reconocer los avances de la reforma del 2010, de corta alegría pues volveríamos a las andanzas autoritarias en el 2015.

Lo singular de esta propuesta de Luis Abinader para reformar nuestra Constitución, es que, si bien debemos recuperar reformas anteriores con espíritu libertario, nunca antes hemos visto una reforma donde quien la empuja se limita, se excluye o se reduce.

Fiel a su espíritu democrático, Luis demuestra con hechos, su concepción de la democracia. Ha sido coherente, constante y consecuente con un predicamento que viene realizando desde hace tiempo, y que lo hizo incluso en los tormentosos tiempos de campaña: la necesidad de reformar la Constitución Dominicana para acabar, de una vez por todas con el fantasma de la reelección; ese que sobrevuela sobre la institucionalidad dominicana y que cada cierto tiempo se hace presente, generando angustias y desasosiego.

La historia política dominicana o latinoamericana no recuerda muchos visionarios que, desde el poder, entreguen a otros estamentos, el poder persecutor.

No es fácil entender que con la legitimidad de votos amplios, se reduzcan posibilidades electorales del principal activo de esa mayoría. Así forzando un relevo incierto, pero necesario en nuestra sociedad. A diferencia de otras, esta Constitución que pronto veremos, no será “la Constitución de Luis Abinader”, porque no fue hecha para beneficiarle o habilitarle; sino la del pueblo dominicano, porque todas las disposiciones que incorpora procuran garantizar que el país se mantenga en el sendero de la gobernabilidad y la democracia.

Es el ejemplo de Cincinato en la antigua Roma. Es la renuncia a repostularse de Washington en Estados Unidos. Lo que Luis propone con la reducción de legisladores, con la independencia del Ministerio Público, con la cláusula de piedra para los nunca jamás de los exmandatarios es sencillamente revolucionario. Es la ideología heredada de las mejores causas de nuestra historia. Apoyar esta reforma es el llamado de todos los que creemos en futuro, en libertad, en el ahorro en la cosa pública y en la virtud de la profesión política y que, a través de ella, los cambios prometidos pueden ser más que una imagen de redes o que números en encuestas, pueden ser reales cambios. ¡Vamos!

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