Inteligencia Artificial y empleo
A lo largo de la historia, la humanidad ha experimentado cambios que han contribuido con el avance de las sociedades. El transporte por automóvil sustituyó al caballo; el fusil sustituyó al machete; la máquina de escribir fue sustituida por los ordenadores; los celulares sustituyeron los beepers; el CD y los USB sustituyeron los diskettes; las computadoras portátiles sustituyeron las grandes máquinas de escritorio de los años 90; en fin, con el paso del tiempo la humanidad ha ido avanzando y los ordenadores “añadieron un reino digital separado del reino físico en el que los humanos siempre habían vivido” (así lo establecen Henry Kissinger, Erick Schmidt y Daniel Huttenlocher, en su libro “La era de la Inteligencia Artificial”).
Hoy existe una dependencia real de lo digital, para casi todas las actividades que desarrolla el ser humano y estamos inmersos en una nueva época, en la que el pensamiento humano está cediendo su lugar a la tecnología.
El surgimiento de la inteligencia artificial (IA) cada día se hace más presente, abundante y barata en la vida de los ciudadanos, transformando la vida social y política de las sociedades. La integración de la IA en la implementación y desarrollo de las distintas actividades humanas, como escribir un poema, una canción, descubrir un tratamiento médico, ya están siendo generados por máquinas o en colaboración con ellas, lo que hace difícil establecer los límites de las decisiones humanas, respecto de las decisiones de la IA.
En el ámbito político, la IA puede diseñar mensajes políticos y distribuirlos, en beneficio o perjuicio de un determinado candidato, lo que puede alterar los resultados de un proceso electoral, incidiendo en los sistemas democráticos.
Hoy la IA ya se ha convertido en una compañera “ayudándonos a tomar decisiones sobre qué comer, qué vestir, en qué creer, a dónde ir y cómo llegar”, explican los autores. Todo eso lo hace a pesar de que no tiene capacidad para reflexionar, no tiene intención, motivación, emoción ni moralidad, pero está cambiando a los seres humanos y a los entornos en que viven. Esta nueva herramienta tecnológica podría mejorar o agravar las desigualdades sociales.
La robótica apoyada en la IA, podría sustituir una fuerza laboral importante en la industria y en otros sectores económicos, como la distribución de mercancías, la atención en restaurantes y hoteles, traducción de textos, transcripciones, entre otros.
La Federación Internacional de Robótica (FIR), ha dicho que en la actualidad “hay un ejército de más de 2 millones de robots funcionando en todo el planeta (…) que realizan tareas repetitivas más rápido y con menos errores que las personas. Y todo en pos de la productividad”.
La FIR ha establecido una densidad de 100 robots por cada 10 mil trabajadores, para indicar el avance en la tecnificación de las industrias, que antes realizaban actividades repetitivas con mano de obra humana y que hoy son realizadas con robots.
El empleo de robots e IA en las industrias ha incrementado la desigualdad en los ingresos. Los expertos del BM han planteado la necesidad de repensar la educación y potenciar las habilidades cognitivas de los estudiantes, para lograr obtener ventajas comparativas con relación a las máquinas. Se hace necesario enseñar a los estudiantes las destrezas que buscan las industrias de hoy y del futuro. Las oportunidades están en las escuelas y las estadísticas estudiantiles lo revelan: el 100% de los estudiantes de América Latina y El Caribe se inscriben en el nivel primario y el 75% en el secundario. En las universidades latinoamericanas hay 20 millones de jóvenes, pero sólo se gradúan 10 millones y tan solo 10 universidades de la región se ubican dentro de las 500 más prestigiosas del mundo. Esta realidad hay que cambiarla, si queremos que nuestros jóvenes complementen con eficacia las actividades realizadas por las máquinas.
Para que los humanos podamos ganarle la batalla a un robot y no ser desplazados, se requieren de nuevas habilidades. Paula Villaseñor, consultora del BM, indica que las habilidades “no se enseñan, ni se aprenden, ni se evalúan como se hace con los conocimientos”. Lograr el desarrollo de las habilidades en los estudiantes requiere de prácticas habituales en las aulas. A saber: alentar el esfuerzo y el trabajo; lograr mayor interacción entre los maestros y los estudiantes; lograr aprendizaje en base a la cooperación; desarrollar expectativas positivas; gestionar adecuadamente las aulas de clase y enseñar a “planear, hacer y revisar”.