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ENFOQUE

Inmunidad informativa

No son una clase de virus, pero se comportan como si lo fueran. Las hay buenas y las hay malas. Y una vez liberadas, su propagación suele ser incontenible. Son las informaciones, no sólo las que surgen en las redes sociales, muy criticadas por su propensión a propalar noticias falsas, amañadas o anticuadas, sino también las que aparecen en publicaciones y programas más convencionales.

El efecto de las informaciones sobre el comportamiento colectivo ha sido estudiado en muchas ocasiones. La abundancia de datos y relatos falsos, especialmente los que se difunden a través de plataformas como Facebook o X (Twitter), han ido provocando que las personas los tomen con cierto escepticismo. No han sido pocos los casos en que alguien reenvía mensajes y luego se arrepiente de haberlo hecho, al conocer que su contenido era falso. Sin embargo, a pesar de esa mayor cautela, estudios llevados a cabo en diversos países ponen de relieve la incidencia que las informaciones recibidas tienen sobre las opiniones de las personas.

Esa influencia se extiende a las expectativas. El nivel de optimismo o pesimismo es afectado por los conceptos y puntos de vista que se leen y escuchan, lo que tiene importantes consecuencias sobre el comportamiento personal en el ámbito del consumo y la inversión. Y esa incidencia es tan aguda, que se manifiesta a través de detalles en apariencia secundarios.

Un ejemplo a ese respecto lo ofrecen los resultados de un estudio llevado a cabo por Ronald Bosman de la Universidad de Amsterdam y otros economistas. Determinaron que datos idénticos provocan reacciones diferentes según sea la forma en que son presentados, siendo así que el empleo de adjetivos y adverbios auspiciosos genera actitudes optimistas entre los inversionistas, y lo opuesto ocurre cuando las informaciones son acompañadas de connotaciones desfavorables.

Analíticamente, esas influencias son desviaciones del supuesto de conocimiento perfecto sobre los que algunos modelos económicos son construidos, y son fuente de errores, ineficiencias y costos. En ese sentido, el rol desempeñado por el internet, ampliamente alabado como un medio extraordinario para extender el conocimiento popular, ha tenido el efecto colateral indeseado de oscurecer o desplazar fuentes de información confiables, otrora el recurso al que las personas acudían normalmente cuando deseaban obtener algún dato.

Parcialmente responsable por esa consecuencia ha sido la renuencia inicial de algunas fuentes tradicionales en cuanto a adaptar sus presentaciones a la web y el formato digital, en parte debido al impacto que ello implicaba sobre su sustento económico. Les tomó tiempo y esfuerzo transformar sus ofertas para acomodarse a la nueva realidad, muchas de ellas naufragando en el intento.

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