Internacional
¿Tendrá al fin Estados Unidos una mujer presidenta?
El presidente Joe Biden dio el paso correcto el pasado domingo 21 de julio al anunciar que se retiraba de la contienda por la Casa Blanca.
Fue una decisión difícil en la que demostró su humildad y al mismo tiempo su amor por la nación y su lealtad a su partido, el Demócrata.
Antes del anuncio, encuestas recientes de intención de voto le daban una clara ventaja al ex presidente Donald Trump. Impetuoso, locuaz y demagogo, como de costumbre, Trump arrasó en la convención del Partido Republicano celebrada a mediados de julio en Milwaukee, y el atentado del que fue blanco el 13 de julio en Pensilvania aumentó el nivel de apoyo entre sus seguidores e incluso entre votantes independientes.
Con la renuncia de Biden a la reelección, las cosas han cambiado radicalmente. La vicepresidenta Kamala Harris, una mujer joven, inteligente, de convicciones firmes, con una vasta experiencia en labores de gobierno como fiscal general de California primero, y luego como senadora del mismo estado, ha entrado en la lid por la presidencia con mucho dinamismo y con un amplio respaldo, empezando con el decidido apoyo de Biden. Harris ya atrae a un vasto sector del electorado en el que se destacan mujeres, jóvenes –muchos de ellos de la Generación Z– y miembros de minorías raciales.
En 24 horas Harris recibió el apoyo de más de 2.000 delegados a la convención del Partido Demócrata, que se celebra en agosto en Chicago. Solo necesitaba 1.976 delegados para ser reconocida como aspirante a la presidencia por su partido. Lo más probable es que en la convención sea oficialmente proclamada como la candidata demócrata que se enfrentará con Trump en la batalla por la Casa Blanca.
Esa batalla ya ha comenzado. El martes 23 de julio, Harris celebró el primer evento masivo de su campaña presidencial en el estado de Wisconsin, en un suburbio de Milwaukee, la ciudad donde el Partido Republicano llevó a cabo su convención, en la que nombró oficialmente a Trump como su candidato.
En Wisconsin, ante más de 3.000 asistentes, Harris dijo: “Me he enfrentado a perpetradores de todo tipo. Depredadores que cometieron abusos contra mujeres, estafadores que timaron a consumidores. Tramposos que violaron las reglas para su propio beneficio”. Y agregó: “Así que háganme caso cuando les digo que conozco a la gente como Donald Trump”.
La vicepresidenta afirmó que su campaña está “enfocada en el futuro” mientras que la de Trump está “enfocada en el pasado”.
En política exterior, Harris ha seguido la línea trazada por Biden. Pero en la crisis en Gaza, aunque no se ha apartado del apoyo ofrecido por la Casa Blanca a Israel, ha sido más enérgica que el presidente en su demanda de lograr un alto el fuego y al exigir al gobierno israelí que debe hacer más para evitar que haya víctimas civiles.
El pasado diciembre, Harris estuvo entre los altos funcionarios estadounidenses que criticaron al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, por los despiadados bombardeos contra la población de Gaza. “Demasiados civiles inocentes han sido asesinados”, denunció Harris en esa ocasión. Y el pasado miércoles 24 de julio, no asistió al discurso que Netanyahu pronunció en el Congreso de Estados Unidos, en el cual pidió más armas (el término que usó fue “herramientas”) para terminar “el trabajo más rápido” y criticó acremente a los numerosos estudiantes y activistas que han alzado su voz en defensa de los palestinos.
La ausencia de Harris durante el discurso de Netanyahu ha sido interpretada como una oposición a las acciones israelíes en Gaza. Si Harris es elegida presidenta de Estados Unidos, es posible que el “apoyo blindado” que Washington le da a Israel deje de ser tan “blindado”.
Con su probable triunfo en los comicios de noviembre, por fin Estados Unidos tendría a una mujer ocupando el cargo más alto del gobierno, un logro tan deseable como demorado y un suceso similar en magnitud histórica a la elección en 2008 de Barack Obama, el primer presidente afroamericano de la nación.