El dedo en el gatillo

El talento de Geo Ripley

Geo Ripley es un artista maldito. También su crítica destila sinceridad implacable. Tiene la estirpe de esos críticos que llaman al pan, pan y al vino, vino.

Le sobra creatividad. Figura entre los grandes de la pintura dominicana, pero no acepta incluinarse ante nadie en busca “de un rincon en el altar de la fama”.

Tampoco tiene preferencias para usar su agudeza tanto en buenos como en malos momentos. Sabe quién es quién y por qué sitios él no debe cruzar.

Lo conozco desde 1989 gracias a sus padres. Ese año llegué al país como comisario de una muestra de artes visuales, pero dediqué una buena parte de mi tiempo a la investigación literaria. Por ese entonces visité su casa en varias ocasiones, abierta de par en par para mis estudios y consultas.

Un día descubrí a Geo entre pinceles y lienzos. Desde entonces, nos hicimos buenos amigos. Ya conocía su nombre. Mi hermano y vecino en Cuba, el malogrado pintor Enrique Pérez Triana, intentó hacerme parte del grupo Abanico, primer proyecto para unir a jóvenes artistas y críticos de Cuba, República Dominicana y Puerto Rico con sus homólogos de la península ibérica. Y Geo era el representante del país en ese proyecto que reproducía con carácter universal la idea del artista español Rufino de Mingo de crear una estética de nueva figuración, adaptada al contexto de finales del pasado siglo XX en que las corrientes abstractas y de libertad de creación proporcionaron estilos personales, al decir del español M. de Soja.

Con el paso del tiempo, Geo se dio cuenta de su talento excepcional para la música. No la comercial, sino la otra, la que da la espalda a la masificación. Y combinó su oficio de pintor con el de músico y llenó su casa de maracas, guiros, tambores y otros elementos autóctonos. Sus aportes llovían como sortijas de piedras preciosas. Y, a estas alturas de su vida, debería preservarlos porque estoy convencido de que nadie lo hará como él. Mucho tiempo dedicó a rastrear un tipo de cultura que no debe quedarse solamente en su memoria.

La obra plástica de Geo, tanto en pintura, como en grabado, dibujo y otras ramas de las artes visuales lo consagra. Es algo que le sucede a quien puede moverse a su antono entre distintas ramas del saber sin buscar mayor o menor contribución.

Enrique Pérez Triana vivía a dos esquinas de la que una vez fue mi casa cubana. Asistí a su boda, al nacimiento de su hija y a cuantas aventuras inventamos en aquella Habana de finales de los años ochenta, languideciente tanto para los artistas de valor como para los escritores con deseos de estampar su nombre en la historia literaria del país por méritos propios. Por entoces se inauguraba un nuevo arte figurativo y, en ese contexto, Perez Triana tenía mucho que decir. El pintor no salía de mi casa, ni yo de la suya. Allí construíamos proyectos. Comentaba las obras de algunos integrantes del grupo Abanico, para enlazar el Caribe con España, creado por el artista Rufino de Mingo. Pérez Triana viajaba a España y allí participaba en talleres para publicar carpetas de arte colectivas.

No conocí en persona a Rufino de Mingo. Pero no hizo falta porque el conocía de mí y yo de él gracias a Pérez Triana.

Generalmente estas crónicas incluyen vagos recuerdos que intento preservar para algún que otro lector que se digne a revisar la vida y milagros de los autores del pasado en busca de referencias de contexto. No buscan complicidad porque tienen un carácter muy personal. Sin embargo y, por una sola vez, considero un deber concluirlas con palabras de un miembro del grupo que ha preferido anonimato:

“En uno de sus entonces frecuentes viajes a Santo Domingo, que Rufino de Mingo, Ibírico y otros artistas de Iberoamérica aprovechaban, impulsados por Geo Ripley, para llevar a cabo exposiciones de sus obras en nuestro país, inspirado por el texto “Poema 24 al Ozama: acuarela”, de la autoría de José Mármol, Rufino de Mingo se interesó en la realidad social y cultural imperante en la ribera del río Ozama. Al caminar los barrios de Borojol, Gualey y otros, se despertó en él la motivación para crear una serie de serigrafías sobre el río, su gente y su entorno. En 1990 se publicó en Madrid el “Poema 24 al Ozama: acuarela”, con ilustraciones de de Mingo, volumen que círculo tanto en España como en República Dominicana. Esta fue una de múltiples colaboraciones entre artistas visuales y escritores de ambos lados del Atlántico”.

He visitado a Geo Ripley para rescartar la carpeta colectiva que lleva el nombre de mi amigo Pérez Triana. Geo la puso en mis manos sin interés alguno. Mis hijos se encargarán de que ella sobreviva.

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