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Más allá de las pantomimas, Venezuela necesita mediación

Lo ocurrido en Venezuela con la celebración de las apócrifas elecciones presidenciales, representa una auténtica amenaza regional, permitiendo, ante la más mínima vacilación internacional, la perpetuación de la desfasada ideología de extrema izquierda, y la inacción colectiva, resultaría en la lamentable y peligrosa consolidación de otro régimen comunista, que luego de sesenta y cinco (65) años del fracasado castrismo en Cuba, entre otros ejemplos más, sería un desacierto imperdonable.

Las características son inconfundibles y las maniobras políticas parecidas, aun dentro de un contexto histórico muy diferente a la revolución cubana, pero los resultados alcanzados en esta ocasión por el ignominioso y canallesco desgobierno de Nicolas Maduro, también dependerá indiscutiblemente del compromiso que asuma el liderazgo mundial ante el evidente despropósito de unos comicios completamente viciados, vanagloriados únicamente por el régimen chavista como baluarte de su fortaleza democrática.

Del mismo modo, Fidel Castro simulaba un aparente anhelo por la democracia, afirmado en sus prolongadas alocuciones en la Plaza de la Revolución, que comandaba una “revolución democrática”, porque según él, su autoridad era la expresión manifiesta del propio pueblo cubano. En cada entrevista enarbolaba principios democráticos distintivos, demostrando además una férrea oposición al totalitarismo de Fulgencio Batista.

Sin embargo, al llegar al poder, su accionar fue totalmente contrario a lo que profesaba, sometiendo al pueblo cubano a casi siete décadas de tiranía comunista.

Luego de 25 años de Chavismo, ante la mirada displicente y en algunos casos hasta cómplice de la comunidad internacional, el pueblo de Venezuela ha sido subyugado a una crisis humanitaria sin precedentes, una represión despiadada, corrupción, hiperinflación, escasez, autoritarismo, el éxodo masivo de más de cinco millones de venezolanos, y una involución económica que contrajo el PBI a una paupérrima suma de noventa y seis mil millones de dólares (US$96 MM) en el 2023.

Es decir, el régimen chavista es un sistema netamente fracasado, que ha sembrado desilusión, frustración, enojo, y un deseo imperativo de alterar el rumbo del país.

Las pasadas elecciones han marcado un precedente históricamente peligroso, con el actual mandatario adulterando el resultado final, manipulando los procesos democráticos con los lacayos de su gobierno, y atropellando la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano. De igual forma, los dos procesos antecedentes que lo llevaron al poder fueron altamente cuestionados, sobre todo en el 2018, asunto que desató masivas protestas, el desconocimiento de su legitimidad por parte de opositores y algunos sectores internacionales, y provocando la remoción del embajador dominicano entre otros, en consonancia con las acciones del Grupo de Lima.

Sin embargo, el contexto actual presenta un cuadro peligroso que exige acciones contundentes e inmediatas, una solidaridad categórica con el pueblo venezolano, y un compromiso incondicional con la democracia regional. En esta coyuntura, las escuálidas sanciones empleadas en contra del régimen en el 2018, son insuficientes ante el evidente secuestro de la democracia, el ultraje a la voluntad popular, la ola de crímenes políticos y el hostigamiento a la oposición que el contundente rechazo del electorado al derrotado sistema chavista ha generado.

La virulenta reacción de Nicolás Maduro ante la petición de transparencia electoral de numerosos líderes mundiales deja entredicho que la publicación de las actas de mesa certificaría la derrota de su régimen de antivalores, por lo que este ha desatado su furia contra el pueblo venezolano, dejando un lastimoso saldo de víctimas y sembrando un terror colectivo.

Además, ha violentado la extraterritorialidad de la Embajada Argentina, transgrediendo normas internacionales, y pretendiendo continuar así su desmedida opresión y sus sistemáticas vulneraciones, hasta extinguir toda llama de esperanza. Sin embargo, el espíritu indómito e imperturbable del pueblo venezolano, que se expresó decisivamente en el más reciente sufragio, hoy manifiesta su firme impugnación de los dolosos resultados, con un asombroso despliegue de valientes manifestaciones, vociferando de forma unísona el vítor de guerra, “no tenemos miedo.”

Para la República Dominicana la relación comercial con Venezuela no es de significancia económica primordial, ya que luego de la suspensión del Acuerdo de Cooperación Energética Petrocaribe, el intercambio mercantil se ha mermado sustancialmente, representando un valor escuálido de ciento cinco millones de dólares (US$105M) para el 2022. De igual manera, la interrupción en las relaciones diplomáticas, notorias desde el 2018, ha incidido poco en el intercambio turístico, aunque las salidas masivas hacia el extranjero, ha elevado ampliamente los residentes venezolanos en el país.

No obstante, permitir la consolidación de este régimen dictatorial comunista, traería consigo un aislamiento peligroso al estado venezolano, convirtiéndolo en blanco fácil y poniendo en riesgo la concordia hemisférica. De la misma manera, la destrucción prácticamente irreversible de la democracia en Venezuela no solo provocaría una ampliada expatriación, sino que dispensaría a esta putrefacta ideología, las condiciones de fortalecimiento regional.

Es preciso repudiar de manera categórica las represalias arbitrarias y delictivas en contra del pueblo, el acosamiento desmedido a la oposición, las detenciones, y demás acciones que atentan contra los derechos inalienables y que procuran censurar la voluntad y el espíritu democrático de los venezolanos. Es el momento de exigir respeto a la voluntad colectiva, y poner fin a esta tragedia, sea por mediación o decisión, ¡pero ya!

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