EL DEDO EN EL GATILLO

Son aquellas pequeñas cosas…

La ex embajada de la República China de Taiwán, conquistó a los dominicanos. Jamás buscó, ni compró prebendas ni favores publicitarios. De la hermana isla asiática provenían diplomáticos educados, humildes y sinceros. No es nada personal, sino el criterio generalizado del periodismo dominicano, sin distinción alguna. No sucedía fecha conmemorativa en el país, festejo, o efeméride patria sin una botella de vino de Taiwán, cajas con dulces exquisitos, postales de felicitación, presentes diversos o una simple llamada teléfonica de sus funcionarios a las redacciones de nuestros diarios. Dicho de otra forma, los taiwaneses tienen don de gente. Provienen de una patria hecha cenizas por la Guerra Civil y, gracias a las Mipymes, se transformó, por varias décadas, en potencia mundial.

 Todavía hoy sus veintrés millones de habitantes viven asediados, pero saben la importancia de sonreír a los demás. Todavía anda por la República Dominicana la Fundación Budista Tzu Chi repartiendo patanas repletas de sacos de arroz, aceites, espaguettis, salsas de tomate, avena y leche junto a uniformes, útiles escolares, mochilas y servicios de salud gratuitos, entregados puntualmente a varias comunidades de Santo Domingo, Sosua, La Romana, entre otras regiones sufridas y olvidadas.

No tengo sangre azul, pero cuando nació mi nieto Luis Fernando, su primer regalo fue una pieza bordada con su nombre, cortesía de la embajada de Taiwán. Y no he sido él único periodista agasajado por detalles como ese. Todos los pasantes de este diario viajaban en omnibus expresos sufragados por Taiwán rumbo a sus distintos proyectos. Disfrutaban cenas y encuentros. Videaban valiosas películas producidas por el talento asiático.

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