Cardiología para todos
Hipertensión arterial en el anciano
La hipertensión es un problema común en el anciano (mayor de 65 años), que alcanza una prevalencia (número de casos en un tiempo definido) de casi el 60% a 80%.
Estudios han demostrado que la presión sistólica (máxima) aumenta con los años y la diastólica (mínima) disminuye después de los 60 años.
La hipertensión es el factor de riesgo cardiovascular más prevalente en los ancianos de ambos sexos. Este tipo de hipertensión tiene valor pronóstico para detectar personas con alto riesgo de desarrollar enfermedad cerebrovascular en mayores de 65 años.
La hipertensión arterial sistólica aislada (presión sistólica superior a 140 mmHg. con presión diastólica igual o inferior 90 mmHg) es frecuente en los ancianos y más en las ancianas, su importancia radica en la comprobación de que la aparición de accidentes cerebrovasculares (derrame), cardiovasculares (infarto) y el deterioro renal es de dos a cuatro veces superior que en la población sana.
Con el envejecimiento el corazón va produciendo cambios, entre estos, mecánicos como la hipertrofia ventricular del ventrículo izquierdo, daño en la conducción (sistema eléctrico), aumento de la zona de fibrosis y desarrolla calcificación en válvulas y anillos valvulares, en las arterias produce aumento del colágeno y mayor rigidez de las mismas, así como también daño renal por destrucción focal de nefronas.
Al evaluar un paciente anciano e hipertenso debemos considerar, entre otras cosas,
1) Valoración geriátrica completa que incluya la dependencia tanto física como mental, así como las condiciones sociales (aislamiento, económica y vivienda).
2) Detectar factores de riesgo cardiovasculares como el consumo de alcohol, tabaco, medidas de perímetro abdominal, glucosa, colesterol y triglicéridos.
3) Evaluar la presencia de lesión en órganos dianas (infarto del miocardio, aneurisma, derrame cerebral, insuficiencia renal).
4) Disminuir la ingesta de sal, incluyendo el retiro del salero en la mesa y evitar alimentos pre cocidos, embustidos y enlatados.
5) Aumento del consumo de potasio, a través del consumo de frutas frescas, vegetales y cereales.
6) Aumento de la ingesta dietética de calcio (100 grs. de queso, proporciona entre 100 y 1800 mgs. de calcio).
7) Caminar diariamente durante más de media hora al día, preferiblemente una o dos horas.
8) Ser moderado en el consumo de alcohol, no sobrepasar los 30 grs. al día (equivalente a 300cc de vino , 500cc de cerveza y una copa de licor)
Todas estas recomendaciones deben valorarse dentro del marco social, educacional y económico del paciente.
El tratamiento farmacológico (con medicamentos) del paciente hipertenso anciano debe cumplir con ciertas consideraciones, como valorar la posibilidad de una hipertensión secundaria y finalmente decidir cuándo y que tipo de medicación debe utilizarse.