Sensatez, solemnidad y conveniencia

No dudo de que yo sea un romántico, un iluso, que todavía se crea de verdad que los dominicanos nos apegamos a las letras de nuestro glorioso himno nacional de Emilio Prud’Homme y José Reyes. Porque todavía dejamos escapar alguna lágrima, cuando vemos emocionados a los niños de cualquier escuela, izar nuestra bandera nacional cantando nuestro glorioso y victorioso himno nacional.

Pero me duele cada día más, el ver como seguimos un camino franco de destrucción y como pueblo seguimos inmóviles, quedando nuestra historia indefensa y sin el corazón duartiano que no tiene precio.

Bandera de la República Dominicana.

Bandera de la República Dominicana.Getty Images

Hemos implementado sistemas, leyes y permitido el crecimiento de una cultura política anti nación, que se ha proliferado de forma tal, que los partidos que compiten realmente, no pueden tirar la primera piedra, para mostrar un discurso realmente creíble y pro nación, y que no pueda ser destruido con las propias inconductas y negocios personales de sus perversos líderes. Parece que Platón se equivoco: a todos nos han cogido de tontos.

“Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mi”. Eso dice la palabra de Dios, Isaias en las Sagradas Escrituras y nada es más cierto que eso, para describir a la nación dominicana y a los políticos.

Todos con sus discursos me honran (diría Juan Pablo Duarte), pero su corazón está lejos de mi (en lugar de corazón están sus bolsillos).

Que todo debe ser criticado, que si no se critica algo, entonces algo no anda bien, expresiones como estas se han pronunciado recientemente, primero del propio presidente Abinader en una Semanal y luego algunos funcionarios, intentando apoyar y defender la posición de lo que será el acto de juramentación del próximo 16 de agosto y replicando su apego a la realidad histórica del “yes men”.

Pero hay que tener cuidado que proyectar la imagen de ostentosidad, de mucha alegría y festejo, luego de tenerse claro, que los temas de legitimidad ante una abstención electoral histórica, están muy latentes, y que la pomposidad no nos confunda a nosotros mismos, y con ello pretendamos violentar el interés popular, que es el interés sagrado de la nación.

La sensatez ante una realidad política no clara, fruto de la manipulación de la verdadera voluntad popular, y ante las acusaciones diseminadas en muchas juntas electorales municipales, donde se verificaron irregularidades de todo tipo. Mantiene en primera plana de la conciencia nacional esa frustración, ya que casi la mitad de los inscritos en el padrón electoral no votó y otro 30% voto en contra de la candidatura presidencial declarada ganadora.

De hecho, la misma idea de intentar a destiempo una cumbre con los principales candidatos de oposición, para lograr el consenso en sus planes de reforma, y la negación del principal partido de oposicion resultante, indican claramente, que aunque se tenga el control de la nomina legislativa, incluyendo la trampa histórica del método D’hont, no menos cierto es, que nadie tiene ni tendrá el control de las masas que esperan su jugada en defensa de su calidad de vida y de su nacionalidad histórica.

Intentar majestuosidad cuando lo que debería existir es solemnidad y no francachela, ni actuaciones artísticas, cuando el ambiente político del país no está ni puede estar con el ánimo festivo, más que una burla, es un irrespeto a la conciencia nacional y una nueva provocación al sentimiento popular.

Esta grandiosidad que no le corresponde a una gestión no exitosa como la que termina, no es el mejor presagio para la suerte dominicana a partir del 16 de agosto.

La sensatez y la humildad en la victoria intentan brillar por su ausencia, dando paso a una arrogancia peligrosa, sobre todo si es una victoria que para muchos fue pírrica como la calificada electoralmente.

Aunque va quedando clarísimo, que la oposición ha llegado a un acuerdo con sus propósitos, y seguramente intentará seguir gobernando cual Rey del Sol, a partir del mes de agosto del 2028.

El acto solemne de una juramentación, sobre todo esta del 16 de agosto del 2024, implica más que la consecuencia de un resultado electoral, un momento histórico, donde quien se reelige debería enmendar seriamente su juramento anterior, y jurar correctamente como presidente de la república, a no ser, que los cómplices de la destrucción de la república y de nuestra soberanía, modifiquen el texto honorable y glorioso, que cada cuatro años debe jurar, quien asume un nuevo mandato presidencial para ocupar la silla de alfileres.

En este giro insólito de nuestra historia, solo faltaría que algunos géneros vulgares acompañen la nueva temporada sinfónica, improvisando hasta con algún baile de Gaga en el teatro nacional el 16 de agosto. La improvisación y la inventiva que ha caracterizado el estilo de gobernar del cambio dan para mucho, para eso y más.

No se olvide que el pueblo dominicano en lugar de fiesta manifestó un profundo silencio post electoral, que parecía más el duelo de unos nueve días de un sentido fallecido.

El respeto a ese silencio fue mortal y también se hizo sentir en toda la geografía nacional y hasta por los mismos funcionarios del gobierno del cambio, que al parecer sabían las diabluras que habían hecho o dejado de hacer, y como habían manipulado la conciencia soberana del pueblo dominicano.

Sabemos que nadie lo hará cambiar de parecer y que la juramentación del 16 de agosto será histórica en el Teatro Nacional. No porque es su juramentación, ni porque logró la reelección presidencial, ni porque las promesas de campaña por primera vez en la historia se intentarán realizar, según lo que podría ser su nuevo discurso.

No, será histórica, porque esa misma naturaleza súper histriónica de su mandato, tiene sed de grandiosidad y eso pesa más, que respetar la historia del pueblo dominicano.

Así como se torcerá la historia de la nación en materia parlamentaria en la Asamblea Nacional, no cabe dudas, que grandes despropósitos pudieran esperarle al pueblo dominicano, gracias al apego de demostrarle al mundo, el respeto a los intereses supra nacionales y a los mandatos de la ONU, y a las múltiples ponzoñas venenosas, diseminadas y representadas por muchas ONGs en el país, pero que llevarían al país por un derrotero fusionista, pero primero convertido en el nuevo estado fallido de la isla.

La cobardía para hacer lo correcto se impone y mientras se destruye la moral, la ética, los valores patrios y la familia, se intentan leyes que favorecen la diabólica agenda 2030, sin importar nuestra fe, nuestra cultura y nuestra historia. La retorica de los falsos nacionalistas asesores va quedado develada con demasiada claridad, cuanta hipocresía y sepulcros blanqueados.

Los chacales ayudan, (B.M., BID, FMI, CEPAL, PNUD, UNESCO, y los lacayos locales identificables), siguen financiando unos y comisionando otros, los despropósitos contra la nación, mientras imponen como contra partida medidas impopulares y anti soberanía.

Los falsos apóstoles otrora mentirosos defensores nacionalistas que le han acompañado, han servido de parapeto para la apariencia necesaria de una gestión pro soberanía, no más creíble, porque han preferido las 30 monedas de judas y dar el beso traidor a la memoria histórica de Juan Pablo Duarte, Sánchez, Mella y Luyeron.

Todo al parecer luce estar planeado, utilizar las piezas claves en el tablero de ajedrez, figuras otrora prominentes, para neutralizar las conciencias que en teoría una vez defendieron nuestra soberanía, pero ahora haciéndolos cómplices de una nueva gestión, que sin lugar a dudas seguirá el mismo derrotero que intentó sin éxito en los primeros cuatro años.

Ascuas de fuego caerá sobre sus cabezas, por su anti historicidad e irrespeto a nuestros sentimientos patrióticos. El pueblo dominicano sin lugar a dudas, pasará una factura peor que la del destierro y sin líderes de la política, pues participan en la misma carrera de ratas y con ello adormecen la conciencia nacional, a pesar del fracaso de nuestra democracia y el sistema de partidos.

Sé que da miedo y es sombrío este postulado, pero es el camino que le queda a un pueblo brutalmente estafado por los gobiernos de turno, y por un sistema que dista mucho de ser verdaderamente democrático, y mucho menos representativo.

A pesar de estos vientos huracanados y a pesar de las miserias cognoscitivas a la que ha sido expuesto el pueblo dominicano, es decir los mareos, la libertad y la soberanía nacional prevalecerán, muy a pesar de los serviles que usan el uniforme para proteger la intentada nueva satrapía.

Ni dictador ni mesías, esa debe ser la consigna unitaria del pueblo dominicano. Ha costado mucha sangre el cantar con orgullo el himno nacional e izar nuestra bandera y mucho más despedir ajusticiado y para siempre, a Chapita y a todo lo que se le parezca.

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