“No me rechaces en el tiempo de mi vejez”
En la cultura hebrea los ancianos ocupaban puestos de responsabilidad; por ejemplo, el Consejo de los Ancianos jugaba un rol significativo en el ámbito judicial y religioso, dándole un carácter sagrado, sobre todo, en la época dorada del rey David.
En el clasicismo griego, específicamente los testimonios de Platón, en su obra “La República”, muestra la gran estima de la cual gozaba la senectud (senado), describiéndolos como personas: prudentes, sagaces y juiciosas, con capacidad para realizar funciones directivas, administrativas y judiciales. Para los romanos el anciano gozaba de gran reputación, lo mismo acontecía en Israel. La cultura cristiana siempre mostró una actitud favorable hacia los envejecientes. Tanto es así que a partir del siglo IV la Iglesia ya disponía de una red importante de hospicios y hospitales, brindando sustento diario, veneración y respeto.
Un hito importante, en la valoración y cuidado de la ancianidad, lo constituye la aparición de la investigación científica gerontológica en el siglo XVII, con Francis Bacón, quien planteó que: “la vida humana se prolongaría cuando la higiene y otras condiciones sociales y médicas mejorasen”.
El personaje don Rodrigo, de la obra maestra de Benito Pérez Galdós titulada “El abuelo”, dice que: “El cariño de un abuelo es más duradero que el tiempo”. Una afirmación que ha trascendido las barreras del tiempo y del espacio, constituyéndose en una gran verdad.
Por su parte, la Iglesia celebra el cuarto domingo del mes de julio de cada año, la “Jornada Mundial de los Abuelos y de los mayores”; siendo San Joaquín y Santa Ana sus patronos. Realmente, es un reconocimiento especial a “la tercera edad” y a los abuelos, quienes se han constituido en los artífices de la revolución de la ternura.
Sin embargo, se ha de cuidar que el utilitarismo social, “vales por lo que haces”, no califique a los abuelos como “descarte improductivo” o “carga pesada”.
Hoy los abuelos se sienten solos porque los hijos migran o fueron llamados al combate; también a causa del activismo laboral, de los prejuicios culturales, de la exclusión programada y de una especie de triste “complot social” en el cual se diluye, cada vez más, lo señalado por el Papa Francisco, en la Carta Encíclica Fratelli Tutti, “el sabor de la fraternidad”.
El Salmo 71,9 exclama con una expresión fuerte, clara y cruda: “no me rechaces en el tiempo de mi vejez”. Efectivamente, la fragmentación y el egoísmo han generado expresiones lamentables: el “mundo de los jóvenes”, el “mundo de los viejos”, el “mundo de este viejo” ¡Pero el mundo es sólo uno!
Definitivamente, los mayores constituyen la memoria de los pueblos, un don. El Papa Francisco hace un llamado a los nietos: “busquen a sus abuelos y no los marginen”. Ellos nos ayudan a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Además, la presencia de un joven les ofrece la esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y ven realizados sus más preciados sueños.