Decencia al frente de los poderes públicos

De tanto “cualquierizar” las instituciones públicas del país, los ciudadanos decentes se van cansando en masa, asumen con dejadez el derecho al voto para escoger autoridades y hasta cesan de reclamar honestidad, decencia y consagración en las funciones del Estado.

En la medida en que el tigueraje político se ha abierto espacio en los partidos, los ciudadanos que viven y actúan de forma decorosa, se apartan, ceden el espacio y por ahí se impone la mediocridad con toda la carga de sus groserías a cuestas.

Nunca olvido una sentencia que escuché de boca del sociólogo Frank Marino Hernández, hace 50 años, durante una conferencia que dictó a salón lleno en el Palacio Municipal de San José de Ocoa.

Dijo Hernández, palabras más palabras menos, que las personas serias, laboriosas y justas, tenían que integrarse a los partidos políticos y copar sus posiciones cimeras, pues si no lo hacían, los deshonestos, haraganes, oportunistas y mediocres, ocuparían esos espacios y mandarían sobre la gente noble y honesta.

Es lo que está pasando en los últimos años. Las personas de prestigio profesional, de trayectoria democrática y patriótica, están subordinadas a la mediocridad política, al interés particular o grupal, o marginadas del activismo o la militancia partidaria.

A ese cuadro se suma que la juventud dominicana está migrando de forma masiva hacia el extranjero debido a que en su propio país no tiene oportunidad de un trabajo decente, bien remunerado y con expectativa de sostener una familia y echar adelante.

Los profesionales y técnicos que pueden permanecer en el país, salvo que tengan sus propios negocios o estén conectados a empleos en el sistema financiero, son los que están relacionados con el partido en el gobierno o son sus allegados políticos o familiares.

Los hechos

Alistar a un policía, entregarle un uniforme del cuerpo del orden, un arma, dos docenas de proyectiles, una acreditación y la aquiescencia de respetar y hacer respetar la ley, debía ser un proceso que otorgue mínimas garantías de que ese ser humano andará derecho y cumplirá con su deber.

Es imposible que un jefe de Policía o el Inspector General pueda andar detrás de cada uno de sus agentes para estar advirtiéndoles de ceñirse a la disciplina, cumplir con su deber de proteger al ciudadano y cuidar con su vida la de los demás.

Pero tampoco es aceptable que decenas de policías maten a sus parejas en una demostración de inmadurez que a su vez los lleva a suicidarse.

Los elegidos

Escoger a un regidor era en los años sesenta y setenta, una elección de honor.

Entonces no había riferos ni extorsionadores desde la política para chantajear a comerciantes, constructores e irrespetar a vecinos que necesitaban servicios de los cabildos. Hoy sobran.

Hay excepciones, naturalmente, pero quedan obstruidas por el peso determinante de quienes entran a la política y al Estado para defender intereses particulares y ensuciar los derechos colectivos con indiferencia o acciones perversas.

En las pasadas elecciones –oh Dios se repite el fenómeno– se reeligieron diputados que tienen expedientes abiertos en el ministerio público. Eso no importó para nada y para nadie.

Ahí van nuevamente con su cara limpia a “legislar, en nombre de la República”, al lado de damas y caballeros, de limpia trayectoria, que si ellos se descuidan, son quienes dirigirán los bufetes.

Congreso como ejemplo

El Partido Revolucionario Moderno (PRM) tiene el control absoluto de la Cámara de Diputados y del Senado. Electos desde una minoría alarmante, pero legales.

Eso significa que el presidente de los diputados y el de los senadores se deciden en la cúpula del PRM, que sin dudas se acogerá a la disposición del presidente Luis Abinader, quien –como todo jefe del Estado– buscará sentirse cómodo con el liderazgo del Congreso Nacional.

El problema está en que Abinader tiene la opción de hacer elegir a un presidente de la Cámara de Diputados y del Senado dentro de la manada errante del tigueraje político o privilegiar la decencia en esos órganos.

Sin elegancia

Da pena ver la poca reverencia que funcionarios y legisladores hacen a los cargos que representan, acudiendo a actos oficiales en tenis y ropa informal, restándole solemnidad al Estado. Jamás se vio eso en los gobiernos de Trujillo, Bosch, Balaguer, Guzmán, Jorge Blanco, Leonel y Danilo. Entonces había desde rectitud hasta buena presentación haciendo honor a que “la mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo”.

Y nadie me diga que hacen eso por humildad, porque ellos no son humildes para coger el tapón que sufrimos cada día los ciudadanos comunes. No, ellos van en tenis y sin camisillas, pero llevan flanqueadores para detener el tránsito y pasar sin pausa.

El país necesita ver cambios profundos y cualificación en la cúpula de los poderes públicos para vencer el cansancio ciudadano y que la participación popular recobre fuerza y calidad.

Eso solo puede lograrse con el esfuerzo de la gente decente, ciudadanos, comunicadores, dirigentes políticos y funcionarios que respeten y se respeten.

Por eso hago mi humilde aporte señalando puntos clave para mandar señales. Si tienen algún valor, avemaría. Si no, perdonen quienes tienen la última palabra.

Me puse a revisar la lista de los diputados y senadores electos –y reelectos– que son del PRM y quedé asombrado con los pedigrí de la mayoría .

¡Ay Hugo Tolentino Dipp! Ejemplo de patriota, intelectual comprometido con su pueblo y su historia, si vieras quiénes te sustituyen en la Cámara de Diputados y qué cosas hacen allí para deshonrar tu trayectoria.

Y conste que Hugo fue el ideólogo genuino de la formación del Partido Revolucionario Mayoritario cuando no había forma de que a la mayoría en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) –el hoy PRM– se le reconociera su espacio en la organización de Peña Gómez.

Entonces Hugo planteó no batallar más adentro y fundar el Mayoritario que la JCE no aceptó y que hubo de modificarse para que esa fuerza perredeísta, liderada por Hipólito Mejía y Abinader, terminara fundada como el Moderno (PRM).

Y ahí está, ganó una elección presidencial seis años después de fundada y una reelección “total” diez años más tarde. Un éxito equivalente al fracaso de sus competidores que no han hecho oposición popular.

El Senado

Mirar uno a uno a los senadores electos del PRM y pensar en quiénes tienen madera de dirigir la probable Asamblea Nacional Revisora de la Constitución, implica un compromiso o un riesgo que compromete al presidente Abinader.

La plebe no es problema porque con tarjetas, bonos y propaganda, ella aguanta hasta las próximas elecciones.

Casi lo mismo pasa con la oligarquía –que en República Dominicana es una especie de plebe de alto costo– que se conforma con que no le lesionen sus intereses, sus negocios y el racimo que piensa roer.

Pero un país que vive del turismo, de las zonas francas, de la inversión extranjera y de las remesas, no puede tener a cualquier tarugo en la Presidencia del Senado, que en esta ocasión será de la Asamblea Nacional Revisora.

Decencia, formalidad y respeto por los electores, porque si se ha cualquierizado parte del cuerpo legislativo, no se siga colocando presidentes del Congreso de capacidades tan disminuidas que avergüenzan a cualquier visitante.