Umbral

África en el nuevo escenario geopolítico (3)

El apoyo de Mali y Burkina Faso al gobierno surgido del golpe Estado en Níger alcanzó una nueva dimensión cuando el 16 de septiembre de 2023 se creó la Alianza de Estados del Sahel (AES); una alianza articulada con el propósito fundamental de establecer una cooperación militar como lo señala el documento fundacional de la entidad, al expresar en su artículo 6 que “cualquier ataque a la soberanía o la integridad territorial de una o más de las partes será considerada como una agresión contra las otras y comprometerá un deber de asistencia incluido el uso de la fuerza militar”.

Mali y Burkina Faso, igual que Níger son países con débiles economías y rangos inferiores, en términos de desarrollo humano, a la media de los países africanos. Comparten historias parecidas de años de colonialismo, neocolonialismo y el despojo que se desprende de esta relación desigual entre países sometidos y naciones poderosas, impuesta sobre la base del poderío económico y, sobre todo, militar, que no sirvió sólo como recurso de disuasión, sino como medio para la acción violenta que implicó la humillación y la degradación humana mediante la tortura y la esclavitud, adornadas con baños de sangre si algún atisbo de resistencia era olfateado por el canino instinto de la avaricia que con frecuencia asolaba comunidades sin respetar la edad, la inocencia ni el falso mensaje de redención anidado en la superioridad religiosa otorgada por el oro -despojado- y el cañón.

Mali es un país con una extensión de 1, 241 238 kilómetros cuadrados, una población que supera los 22 millones de habitantes y una economía sustentada en la agricultura; pero tiene recursos mineros como el oro y el uranio que tanto necesita Francia para sostener su sistema energético alimentado en un 70 por ciento de energía nuclear, de acuerdo con el portal Foro Nuclear, que en su entrega del 11 de noviembre de 2021 informó que el país galo aumentará la producción de ese tipo energía. El medio, que se define como “foro de la industria nuclear española, tituló: Francia construirá nuevas centrales nucleares para garantizar su independencia energética y luchar contra el cambio climático”. La nota servida por este medio digital recuerda que el país de Robespierre es el que genera más energía atómica. Otros 14 le siguen: de Eslovenia, 53.1 %; Ucrania, 51.2 %; Hungría, 48.0 %; Bulgaria, 40.8 %; Bélgica, 39.1 %; Eslovenia, 37.8 %; República Checa, 37.3 %; Armenia, 34.5; Finlandia, 33.9 %; Suiza, 32.9 %; Suecia 29.8 %; Corea del Sur 29.6 %; España 22.2 % y Rusia 20.6 %.

El referente anterior, que no digresión, lo explica el hecho de que Mali, igual que Níger, fue colonia de Francia desde el siglo XIX, y por tanto existe una relación estrecha entre estos países, que producen uranio, y la nación francesa que comenzó a perder su dominio e influencia en el continente africano que le suministra la materia prima para sostener la reafirmación de su compromiso con la energía verde, anunciando la construcción de reactores nucleares para lo cual, de acuerdo al presidente Emmanuel Macron, se invertirían 1.000 millones de euros. La cuestión es que los herederos de Napoleón importan el 100 por ciento del uranio que requiere su industria energética, el 20.2% proviene de Níger, el vecino de los malíes, una vecindad que desde el 2013 preocupaba al presidente Francois Hollande de acuerdo con la versión digital de BBC News Mundo del 5 de febrero del año referido bajo el título “Francia, Mali y el uranio de Níger”, sobre la que escribiremos en la próxima entrega.

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