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El chavismo en la cuerda floja

El 28 de julio los venezolanos deben decidir –si las elecciones son libres–, entre continuar con un prolongado chavismo represivo e ineficiente o retomar la senda democrática y recuperar sus libertades.

En uno de mis últimos viajes a Caracas allá por los años 2010 o 2011, una agente de aduanas en el aeropuerto me separó del resto de los miembros de la misión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) con la que viajaba, y en un cuarto lejos de los ojos y oídos de sus colegas, me dijo –palabras más, palabras menos–: Señor periodista, quiero agradecer lo que hacen por nosotros, nunca nos olviden, porque aquí estamos como en Cuba, pobres y sin libertades. Temía decir esto y que alguien la escuchara.

En 2007 estuve presente en Caracas durante el último día de transmisión del canal de televisión RCTV, cerrado por órdenes expresas del presidente Hugo Chávez. Así puso fin, de un solo manotazo, a varios programas de opinión e información en los que se criticaban las actitudes autoritarias del chavismo, el sistema político impuesto en pleno apogeo.

Como el “castrismo” en Cuba, Hugo Chávez impulsó el “chavismo” en Venezuela, la corriente populista que vende una nación “socialista-bolivariana”, supuestamente el modelo que permitiría una mejor vida para los venezolanos.

Ambos sistemas han sobrevivido a sus creadores. A casi ocho años de la muerte de Fidel Castro (2016), el castrismo prevalece en Cuba y tras 11 años del fallecimiento del comandante Chávez (2013), el chavismo se resiste a morir, aunque enfrenta el mayor reto de su historia en las elecciones generales del próximo 28 de julio en Venezuela.

Aquel cierre forzado de RCTV se enmarcaba en la estrategia básica y necesaria del chavismo para retener el poder: había que hacer desaparecer o debilitar al máximo a la prensa independiente, con el fin de lograr el continuismo con una sociedad desinformada y sin poder gozar de su derecho a la información. Así hizo también Fidel y creó una sociedad sin visión y bastante sumisa.

En uno y otro caso, los que deseaban ser libres, tuvieron que dejar su país, de tal cuenta que se han creado en diversos países –principalmente en EEUU y Colombia– y colonias numerosas de cubanos y venezolanos.

El problema es que quienes se quedaron bajo los regímenes dictatoriales, han comprobado que ni el castrismo ni el chavismo resolvieron sus graves problemas socioeconómicos… ni siquiera llenan sus necesidades básicas.

Pero dejando a un lado el caso de Cuba, hoy es importante ver lo que espera a Venezuela. El 28 de julio, apenas en unos días, serán los propios venezolanos –si se respeta el voto–, quienes decidirán sobre su futuro y el futuro del chavismo. Desde hace meses, las encuestas independientes muestran que Maduro y el chavismo sufren un desgaste muy grande y que el desencanto hacia la corriente política es enorme, producto, en buena medida, del fracaso económico que golpea a la población.

Esto tampoco es nuevo. Maduro, con todo el control que mantiene sobre todas las instituciones, ganó las elecciones en 2013 con 7.5 millones de votos y en 2018 con 6.2 millones de votantes. Es decir, que perdió más de un millón de seguidores. Ahora las encuestas predicen un descalabro mayor, porque el favorito en las encuestas es Edmundo González, líder de la oposición impulsado por la popular María Corina Machado, a quien se le impidió participar, precisamente por el arraigo popular que mantiene.

El problema de fondo está en la respuesta a esta pregunta: ¿Si Maduro pierde, cederá a la tentación de forzar un fraude?

He escuchado a algunos analistas venezolanos y algunos tienen la misma duda. Los más optimistas creen que no lo hará –el fraude–, porque la presión internacional “sería muy grande”. Sin embargo, Maduro ha demostrado que poco le importa lo que diga Washington –que es el país que más presiona–, o la propia Unión Europea (UE).

De tal cuenta que no se puede anticipar lo que sucederá ese día cuando se cierren los centros de votación. El chavismo se debate entre la vida o la muerte. Si gana la oposición, como indican las encuestas que debe suceder, y se reconoce su triunfo, es el fin de una corriente autocrática llamada chavismo… y la democracia puede volver a Venezuela. Si, por el contrario, Maduro se impone –por un fraude– como ganador, se prolongará ese sistema que ha demostrado ser un absoluto fracaso para las necesidades del pueblo y que limita enormemente las libertades ciudadanas. ¿Por cuánto tiempo?

Aunque las encuestas son motivo de entusiasmo entre la oposición, la verdad es que no es fácil anticipar lo que está por venir. En todo caso, entre las elecciones y el cambio –o continuidad– de Gobierno, deberán pasar seis meses, un tiempo en el que, de haber fraude, seguramente brotarán las protestas de esa masa que desea libertades y democracia.

Maduro ha demostrado ser intransigente y persistente. ¿Aceptará el mandato del voto popular? En todo caso, de no hacerlo, el chavismo empezará a sentir el repudio popular… Venezuela está por escribir una de las páginas más importantes y trascendentales de su historia y el chavismo se someterá a una prueba de supervivencia.