De la frontera a la zona fronteriza

La condición de ser una isla conformada por dos naciones independientes ha sido un elemento presente en la propuesta histórica que ha primado en el diseño de las políticas públicas utilizadas para accionar en el territorio situado al oeste de la República Dominicana.

Sin embargo, cuando se aborda desde esta perspectiva se reduce la mirada estratégica de este territorio a simplemente una línea divisoria, sin tomar en cuenta que el oeste del país es mucho más que una línea; este territorio es una superficie de 10,663 kms², compuesta por siete provincias, con igual número de gobernaciones, treinta y tres ayuntamientos y treinta y tres juntas de distrito municipal, con una población de ronda los quinientos mil habitantes, un enorme potencial y a la vez contenedora de la mayor pobreza extrema del país como resultado de su rezago histórico.

Debido a este rezago se requiere transformar el modelo que ha primado para la construcción del desarrollo de este territorio, de manera que este espacio declarado de supremo y permanente interés nacional se convierta en una tierra de oportunidades para el beneficio de su gente y el progreso de todo el país.

Es así como a partir del 2020 hemos hecho énfasis en cambiar la mirada de cómo se planifica el desarrollo para pasar de la frontera a la zona fronteriza. Pasar de una línea a una superficie. Cambiar de un abordaje circunscrito a la seguridad militar, para ser complementado con una mirada que refuerza la protección de nuestro territorio a través de una oferta interinstitucional que impulsa sus fortalezas y reduce sus limitaciones, a partir de metas focalizadas en el territorio.

Cuando pasamos de la frontera a la zona fronteriza, ajustamos el quehacer gubernamental a una visión integral que vincula la mirada institucional, social, productiva y ambiental, para poner en ejecución iniciativas orientadas a una serie de acciones multisectoriales donde cada institución es corresponsable de su éxito.

La mirada en la zona fronteriza nos permite impulsar un nuevo modelo de desarrollo que transformará el rezago de este territorio en una carpeta de intervenciones para mejorar el bienestar de la población residente y multiplicar las oportunidades de inversión generando nuevos polos estratégicos de desarrollo.

Esta nueva perspectiva es un llamado a la atención permanente de un territorio que por muchos años estuvo ausente de las políticas públicas, para así beneficiar a quienes allí residen e impactar todo el país. Este nuevo enfoque es una declaración para la acción mancomunada de todas las fuerzas vivas de la nación, lo cual permitirá consolidar a la zona fronteriza como un espacio de desarrollo que repercutirá en todo el territorio nacional e impactara de manera positiva su entorno inmediato.

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