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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Dos estilos: Arrupe y Kolvenbach, 1983 – 2008

Desde las primeras horas, luego de su elección (13 de septiembre, 1983), sus compañeros jesuitas experimentan el fino humor del holandés Peter Hans Kolvenbach. Cuando lo van a buscar a su habitación, encuentran en la puerta un letrero: “estoy donde el General”.

Kolvenbach no era un segundo Arrupe. La Bella lo caracteriza así: “era una persona discreta, reservada, aparentemente carecía del carácter carismático que tanto caracterizaba a su predecesor. Era capaz de hablar muchas lenguas, pero prefería el silencio”. No le gustaba la “notoriedad”, le desagradaba que “los medios de comunicación [se ocuparan] con tanta frecuencia de la Compañía”.

Pero admiraba profundamente al Padre Arrupe, al abrazarlo, momentos después de su elección le dijo: «Hasta ahora usted era mi general. De ahora en adelante será mi padre».

Años después, en la misa conmemorando los 100 años del nacimiento de Arrupe Kolvenbach resumió así el generalato de su predecesor: «El padre Arrupe fue probado, porque su esfuerzo por renovar la Compañía de Jesús en el impulso del Concilio chocaba con incomprensiones, y hasta con intervenciones dolorosas. Ciertamente en fidelidad creadora al Espíritu, el padre Arrupe se vio obligado a abandonar costumbres y usos que también él estimaba y, como san Juan de la Cruz hubo de pasar por la “noche oscura” para reformar la vida carmelita, así el padre Arrupe, por medio del discernimiento espiritual, buscó lo que Dios desea como misión de Cristo hoy, en el corazón de nuestro mundo…».

Dentro de la Compañía, señaló Kolvenbach se instrumentalizaron “las preocupaciones de los papas para «fomentar la resistencia contra su renovación» así como algunas afirmaciones suyas «para iniciativas y comportamientos extraños a nuestra misión».” Arrupe sufrió incomprensiones y no usó su poder para “imponer lo que él sabía que provenía solo del Espíritu”. En el espíritu del Vaticano II, respetó la libertad de elección.

Una de las grandes fuentes de división entre los jesuitas fue la actitud ante la Congregación General XXXII. Kolvenbach no la consideraba una reducción “desviacionista” pese a “las interpretaciones arbitrarias que de estas opciones [habían] hecho algunos” jesuitas.

Le tocó trabajar duro. Tan solo en sus primeros 20 años como General, produjo 1860 escritos, viajó 66 veces para visitar a sus jesuitas y firmó más de 17,000 cartas, ¡cada año!

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