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mirando por el retrovisor

“Las muérteses por suicidio”

Si a los amables lectores les digo que 630 es mayor que 43, seguro dirán que es una perogrullada. Pero, aunque literalmente sea así, en la práctica muchas veces podría ser diferente. Les explico. Resulta que 630 es el promedio anual de muertes por suicidios ocurridas en el período 2019-2023 y 43 el promedio de decesos por dengue en ese mismo lapso. Aunque la primera es una cantidad mayor, las autoridades sanitarias, medios de comunicación y sociedad casi en general le otorgan a la segunda una mayor dimensión.

Esos fallecimientos por dengue cada año generan toda una movilización con operativos en barrios para fumigar, eliminar criaderos del mosquito reproductor, repartir cloro y folletos con orientación, de lo que se hacen eco ampliamente los medios de comunicación. Y me parece correcto que así sea, pero lo criticable es que tantas muertes por suicidio no despierten igual atención.

Pienso que esa indiferencia se debe a que el Estado, empresarios, autoridades educativas de los niveles preuniversitario y superior, medios de comunicación, iglesias, partidos políticos y otros sectores clave de la sociedad, no han valorado la importancia de velar por la salud mental de la población, al igual que la física, especialmente luego de la crisis sin precedentes en ese ámbito que provocó la pandemia del COVID-19.

Voluntad de esos actores ha faltado, sin dudas, porque las políticas, estrategias, programas y herramientas para minimizar el impacto de los trastornos mentales y del suicidio han sido claramente expuestas por organismos internaciones y expertos en el tema nacionales e internacionales.

Precisamente, a raíz de la pandemia del coronavirus, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) conformó una Comisión de Alto Nivel sobre Salud Mental y COVID-19, la cual rindió el año pasado un informe titulado “Una nueva agenda para la salud mental en las Américas”.

Al presentar el informe, Jarbas Barbosa da Silva Jr., director de la OPS, advirtió que la prevalencia de los problemas de salud mental aumentó considerablemente durante la pandemia, especialmente en las personas vulnerables, lo que amerita pasar de las palabras a la acción inmediata.

Tomando en cuenta que la Región de las Américas enfrenta una grave crisis de salud mental post pandemia, esa comisión elaboró una especie de decálogo con las siguientes recomendaciones: 1) Elevar la salud mental a nivel nacional y supranacional. 2) Integrar la salud mental en todas las políticas. 3) Aumentar la cantidad y mejorar la calidad del financiamiento para la salud mental. 4) Garantizar los derechos humanos de las personas con problemas de salud mental. 5) Promover y proteger la salud mental a lo largo de la vida. 6) Mejorar y ampliar los servicios y la atención de salud mental a nivel comunitario. 7) Fortalecer la prevención del suicidio. 8) Adoptar un enfoque transformador frente a las cuestiones de género en pro de la salud mental. 9) Abordar el racismo y la discriminación racial como importantes determinantes de la salud mental, y 10) Mejorar los datos y las investigaciones sobre la salud mental.

Como en el primer artículo sobre este tema planteamos la urgente necesidad de enfatizar también en la salud mental infanto-juvenil, recordamos que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha advertido que en América Latina y el Caribe la salud mental de los adolescentes y jóvenes se encuentra en una situación preocupante. En la región 16 millones de jóvenes viven con un trastorno mental diagnosticado y cada día mueren más de 10 por suicidio.

Tomando en cuenta esa preocupante realidad y ante la necesidad de promover programas e iniciativas de salud mental para asegurar que niños, niñas y adolescentes tengan acceso a herramientas y recursos, especialmente en lugares donde hay altos índices de violencia e inobservancia de derechos, Unicef lanzó el podcast “En mi mente”, disponible en Spotify, el cual incluye información diseñada por expertos en salud mental para ayudar a los adolescentes y jóvenes a reconocer emociones, encontrar momentos de calma y enfrentar situaciones difíciles.

El podcast se divide en ocho episodios: 1) Hablemos de salud mental. 2) Cinco hábitos para cuidar tu salud mental. 3) Fomentar vínculos saludables. 4) Seis herramientas para manejar el estrés. 5) Hablar con los seres queridos. 6) Autocuidado en momentos estresantes. 7) Cinco formas de sobrellevar la ansiedad, y 8) Hacer frente al duelo y a la pérdida.

La versión en español del podcast ha sido titulada “Una mente sana importa” y es una excelente herramienta que se podría socializar en las aulas escolares y universitarias para orientar y apoyar a los jóvenes dominicanos que enfrentan desafíos de salud mental.

En el plano local, también representantes de organizaciones no gubernamentales, así como psiquiatras y psicólogos con un amplio dominio del tema, han planteado una serie de propuestas y sugerencias, tomando en cuenta que no puede haber una salud física plena sin la mental, y viceversa.

Y el esfuerzo debe ser continuo e integral, sin esos altibajos que han provocado lamentables retrocesos, luego de los avances en salud mental alcanzados por República Dominicana y que han sido tan elogiados internacionalmente.

Como planteó Epsy Campbell Barr, ex vicepresidenta de Costa Rica y presidenta de la comisión de alto nivel de la OPS, al presentar aquel informe: “Invertir en la salud mental es crucial para promover un desarrollo humano equitativo y sostenible a fin de que todas las personas puedan vivir con bienestar y dignidad”, pero también para tener ciudadanos con “más recursos para enfrentar dificultades, con mejor manejo de las emociones, y con habilidades extraordinarias para crear entornos laborales, familiares y personales más armoniosos”.

Lamentablemente y, pese a ser un sector con escasa abogacía, las pocas organizaciones sin fines de lucro que trabajan a favor de la salud mental y la prevención de los suicidios siguen huérfanas del respaldo oficial y empresarial, pese a que llevan una pesada carga ante la creciente demanda de servicios. Entidades como la Fundación Alam Cabrera tienen un casi nulo respaldo de ambos sectores para brindar asistencia y desarrollar sus programas preventivos.

He escuchado a algunos cristianos decir equivocadamente que a Jesucristo se llega por amor o por dolor. En realidad, siempre es por amor, y tan solo recordemos el que se considera el más famoso versículo de la Biblia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Ahora bien, eso no quita que algunos decidan dar el paso en medio de una situación angustiante o dolorosa.

Con la salud mental, no hay que esperar a que el país entre a una situación mucho más dramática que la actual para brindar asistencia por amor a quienes luchan por recuperar su salud psicoemocional. La OPS ha dado una clarinada para las Américas, y a nosotros nos atañe porque pertenecemos a la región.

Pero pienso que, ante un panorama tan diagnosticado y advertido, a lo mejor estamos usando un lenguaje equivocado para sensibilizar sobre la salud mental. Ojalá no sea necesario llegar al extremo de arrodillarse, como planteó que estaba dispuesto a hacerlo el neurocirujano José Joaquín Puello, cuando abogó por la terminación de la Ciudad Sanitaria Luis Eduardo Aybar.

Quizás sea necesario, en cambio, apelar a la actitud que asumió el corresponsal provincial de un canal de televisión durante una entrevista que le hizo recientemente al ministro de Interior y Policía, Jesús –Chu- Vásquez, sobre el auge de los feminicidos.

No sé si el ministro quiso hacerse el tonto o su intención era evadir la pregunta, tal vez ambas cosas a la vez, porque pienso que, aunque el comunicador pronunció en seis ocasiones de manera incorrecta la palabra “feminicidio”, ya el funcionario sabía antes de que llegara a todos esos yerros de qué le hablaba. Al final, el corresponsal le dejó bien clara su intención de lograr una respuesta respecto a ese preocupante flagelo social, cuando le dijo que le cuestionaba sobre “las muérteses de mujeres”.

Pues yo también quisiera apelar a esa genialidad pueblerina del corresponsal y preguntarles a las autoridades gubernamentales, empresarios, legisladores, medios de comunicación y otros sectores claves de la sociedad, cuándo pondrán la atención que merecen “las muérteses por suicidio”, tomando en consideración que los trastornos mentales traen importantes secuelas sociales y económicas para la familia y la sociedad.

No hay que esperar a que una de esas “muérteses” toque a nuestra puerta para reaccionar.