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Entre la incoherencia y la maldad

Perú en crisis, Bolivia en crisis, Ecuador en crisis, Haití en crisis (O, mejor dicho, en guerra), Nicaragua en crisis, Venezuela en crisis, Cuba en crisis, Argentina en crisis, Colombia en crisis, con una guerrilla que aun sobrevive y Estados Unidos en crisis. No hablo solo de crisis económicas sino también de crisis políticas.

Imagínense un país como Estados Unidos, de 333 millones de habitantes, con la mayor cantidad de recursos humanos calificados del mundo y tiene dos candidatos presidenciales que son lo peor que se puede encontrar. El actual presidente, con 81 años y problemas de memoria y cansancio extremo, y su principal contrincante de 79 años, acusado de 16 cargos en la justicia y que representa una amenaza para la democracia y la paz mundial, pero está arriba en las encuestas. Una verdadera tragedia.

En Bolivia hubo un intento de golpe de Estado hace una semana y de Cuba, Nicaragua y Venezuela, la democracia es palabra hueca.

Argentina sufre una crisis económica abismal, con un presidente sacado del más allá, pero haciendo lo que tiene que hacer para salvar el país. En igual situación se encuentran Ecuador y Perú sazonado con crisis políticas recurrentes. Haití es cosa aparte y ha sido intervenida por tropas extranjeras para luchar contra las bandas, que no sucumbirán ante 400 soldados kenianos.

Ni hablar del resto del mundo. Una guerra en el corazón de Europa donde la deuda y bajo crecimiento ahogan a los ciudadanos, otra en el Medio Oriente que se extiende como la pólvora y las que ocurren en varios países de África, donde grupos armados siguen recurriendo al exterminio de la raza humana y la piratería para derrocar gobiernos y frenar el comercio mundial.

Pero muchos dominicanos no valoran el país que tienen. Una democracia sólida, un gobierno que lucha por la transparencia y la ética gubernamental, una economía en constante crecimiento, posicionado entre los más seguros para visitar o vivir (medido por número de homicidios por habitantes) y en vías de realizar grandes cambios institucionales que nos colocarán entre los países de menor riesgo para invertir, no solo en Latinoamérica, sino en el mundo.

Sin embargo, esos agoreros prefieren seguir hablando pendejadas, criticándolo todo, quejándose por todo, cuestionándolo todo, jediéndolo todo y ahora acusando a inocentes para beneficiar a culpables.

Hay derecho para hacer eso, porque somos un país libre. Pero los extremos son muy peligrosos y podemos retroceder años si seguimos haciéndonos Harakiri.

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