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Kenia, Haití y la salud pública dominicana

Las raíces históricas, culturales y genéticas que conforman los dos países que coexisten en la isla de La Española, como todas las relaciones entre conglomerados humanos, no necesariamente ha sido de rosas y claveles. Sin embargo, en el cotidiano, esas diferencias son tan borrosas que nos hacen entender que las amenazas de salud que afectan a Haití siempre serán amenazas para la República Dominicana.

El 12 de enero de 2010, un terremoto sin precedentes afectó al centro político y económico de Haití, la ciudad de Puerto Príncipe. Los recuentos oficiales estiman que cerca de 300,000 personas fallecieron y se registraron pérdidas de aproximadamente 8 billones de dólares. Esto provocó altos niveles de malestar civil y político, crimen organizado, golpes de estado, asesinatos de líderes políticos y rápidos cambios políticos. En respuesta, se sancionó la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), operativa hasta 2017, cuyo propósito inicial era proteger a los civiles de las bandas armadas.

Nueve meses después del terremoto, en octubre, Haití declaró una epidemia de cólera. Los primeros casos se notificaron en la meseta central y el cólera se propagó rápidamente a todos los departamentos del país. Para 2018, se habían notificado más de 800,000 casos y se estima que habían muerto hasta 10,000 personas. El cólera no había sido documentado durante el siglo XX y XXI en la isla, y en tan solo un mes, el 15 de noviembre, se registraron los primeros casos en la República Dominicana. Inicialmente, hubo debate sobre cómo se introdujo V. cholerae en la isla, con evidencia que apuntaba a que una base de mantenimiento de la paz nepalesa había contaminado un afluente del río Artibonite con sus aguas residuales. Posteriormente, se confirmó la coincidencia idéntica entre las cepas de cólera haitiana y nepalí mediante secuenciación genómica.

Tras catorce años, los casos de cólera en ambos países se han registrado en brotes casi continuos, el más reciente en la margen del Ozama, sugiriendo la permanencia de la bacteria en los diferentes afluentes del país y la posibilidad de que reemerjan casos periódicamente. Haití ha seguido un trayecto de crisis que ahora llama a la comunidad internacional a repetir las mismas acciones, esta vez lideradas por la República de Kenia. Con la llegada de 400 militares kenianos a Haití, surge la pregunta: ¿Estamos frente a la posibilidad de que nuevos eventos de salud puedan surgir? En el Yellow Book (Libro Amarillo) de los Centros para el Control de Enfermedades y Prevención (CDC), se mencionan enfermedades transmisibles endémicas en Kenia y sus fronteras, como los Virus de la Fiebre del Valle del Rift, Chikungunya y Fiebre Amarilla (todos transmitidos por mosquitos Aedes, los mismos que transmiten el virus Dengue), y de los cuales sabemos que personas que residen en entornos endémicos pueden sufrir la infección sin desarrollar síntomas diferenciados. También están los parasitarios, como la Malaria, que, aunque conocida en nuestro país, en el continente africano circulan especies farmacoresistentes.

Esto sin mencionar las alertas epidemiológicas recientes de sarampión, polio importada y enfermedades transmitidas por fluidos como el VIH y las hepatitis virales. Ante este escenario, y comprendiendo que los procesos de articulación y evaluaciones son correctos, esto no debería preocuparnos, pero con las experiencias nefastas del cólera debemos estar atentos.

Para prevenir una situación similar, es esencial contemplar medidas preventivas estrictas y proporcionar seguridad a la población de ambos países. A pesar del interés desde ambos lados en iniciar actividades de control y mitigación, los militares kenianos deben ser sometidos a exámenes de salud exhaustivos antes de su despliegue y, si es necesario, pasar por periodos de cuarentena para monitorear cualquier síntoma de enfermedades infecciosas. Programas de control de vectores deben ser implementados para prevenir la transmisión de enfermedades como la malaria y asegurar el manejo adecuado del agua. Una correcta gestión de agua e higiene podría evitar muchas infecciones transmitidas por el agua.

Las autoridades deben asegurar una comunicación transparente y clara con la población sobre las medidas que se están tomando para prevenir la introducción de enfermedades y cómo se están gestionando. Este es un pilar fundamental de una buena gestión de riesgos.

La experiencia de Haití con la epidemia de cólera subraya la importancia de una gestión adecuada de la salud pública en contextos de intervención militar extranjera. La República Dominicana debe estar preparada para enfrentar y mitigar los riesgos asociados con la llegada de estos militares para proteger la salud de su población y mantener la confianza en las organizaciones internacionales.

El autor es experto en enfermedades tropicales y virus emergentes, profesor titular de medicina tropical y salud global en la Universidad Iberoamericana (UNIBE)