EL BULEVAR DE LA VIDA
Orondos y parejeros
Ahora que andamos los dominicanos, orondos y parejeros, exhibiendo por el mundo nuestra envidiable estabilidad macroeconómica, un estable sistema político con unos partidos que de tan parecidos nos aburren en elecciones y los candidatos a la presidencia hasta se invitan a cenar después de sus debates. Ahora, cuando hasta somos la séptima economía del continente, es bueno recordar que por lo menos uno de cada cuatro dominicanos no recibe los servicios ni las oportunidades que debería recibir el ciudadano del país que describen nuestras estadísticas macroeconómicas.
Si las élites no se toman en serio la calidad de la educación, aunque hacerlo conlleve enfrentar a todos los demonios, este país sucumbirá, aunque sigamos los dominicanos -orondos y orgullosos por el mundo- contando nuestros avances relativos.
Sin hogares en las casas, porque la madre -que ya estaba sola- tiene que salir a ganar el pan de unos hijos a quienes cuida la Virgen de la Altagracia y en ocasiones una vecina “les echa un ojo”; sin maestros en las aulas, porque por cualquier tontería, necedad o gadejo el sindicato les hace abandonar su trabajo con impunidad, como si fuera necesario ser abogado, juez o fiscal, como si no bastara con ser un buen ser humano para saber que el derecho a reunión o huelga de un docente nunca puede estar por encima de derecho de un niño pobre a recibir el pan con chocolate de la enseñanza en el aula. Siendo miembros de alcurnia del continental Top Five Negativo en desigualdad social, ignorancia educativa, embarazo adolescente, mortalidad materno infantil y percepción de corrupción en todas partes, los dominicanos no llegaremos nunca a la civilización sino a la M, a la madre de todos los desastres en el único país donde no somos extranjeros. Sin hogares en las casas, ni maestros en las escuelas, a los dominicanos solo nos espera la barbarie. Entonces, hagan señores lo que tengan que hacer y, si quiere, que entre el mar; al fin y al cabo, la ignorancia más celebrada ya está ahogando a nuestros niños vulnerables, indefensos.