El dedo en el gatillo

La comedia letrada

Los malos escritores saben colorear. Pululan por obra y gracia de los malos lectores. Y sus libros, incluso, se venden. Esa “peculiaridad” hace posible que los estantes de las librerías donde reposan sus textos estén vacíos. Lo peor sucede cuando escriben en periódicos: Se leen ellos mismos como si fueran celebridades No saben nada de Borges, Faulkner, Dos Passos, Mann y Kafka, pero gorgojean como aves cantoras.

Y lo peor: los malos escritores se encargan de mirar por encima del hombro a los demás, si es que los han leído alguna vez. Ellos no constituyen la avanzada de la democracia literaria que ha tomado el control de las reglas editoriales, sino persiguen un simple camino donde la subversión se disfraza de estrellato y el ego es luminoso paradigma.

Muchos escritores son desconocidos, ignorados o minimizados por una masa de lectores que no sabe qué leer, y hacen célebre lo fácil.

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