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Desde mi pluma

El noble acto de enseñar

Este domingo celebramos en República Dominicana el Día del Maestro, en honor al natalicio del profesor Juan Bosch.

Tengo la dicha de ser hija de dos profesionales del magisterio y de respetar, valorar y reconocer este oficio desde muy pequeña, gracias a ellos. Pero también fui testigo de lo especial que es enseñar a otros gracias a los maravillosos profesores que me recibieron en sus aulas a lo largo de mi vida.

Educar es un acto de amor y el magisterio es un ejercicio hermoso, de vocación, que conlleva grandes compromisos y al mismo tiempo grandes satisfacciones.

Es ayudar a forjar el intelecto, las habilidades sociales, las herramientas emocionales y las capacidades de un ser humano desde sus primeros años de vida hasta la adultez y quizás más allá. ¡Imagínense semejante tarea!.

Todas las profesiones son importantes, pero debemos estar de acuerdo en que todas inician de la mano del profesor.

Un buen maestro no solo enseña la raíz cuadrada, las reglas gramaticales, la tabla periódica, geografía o historia, sino que también cultiva la curiosidad, el respeto por el conocimiento y el deseo de aprender más.

En nuestro país hay muchos maestros cuyo sello de excelencia es motivo de orgullo, a ellos que hacen su trabajo con el mayor esfuerzo y dedicación, a ellos que marcan positivamente la vida de sus estudiantes, a ellos que aportan a la construcción de buenos ciudadanos, los felicito por su entrega.

No olvidemos que esos buenos ciudadanos fueron alguna vez estudiantes y detrás de cada estudiante que alcanza sus metas, hay un maestro que creyó en su potencial, que guió con paciencia, que inspiró confianza y sembró sueños. Reitero, a cada uno de ellos, los felicito.

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