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OBSERVATORIO GLOBAL

Willie Mays: Un gigante inmortal

Recuerdo cuando con tan solo nueve años, mi madre, doña Yolanda, me permitió ir en compañía de Gallego, un cercano amigo adulto de la familia, al Polo Grounds, a presenciar mi primer juego de Grandes Ligas, entre los Mets de Nueva York y los Gigantes de San Francisco.

La razón fundamental para asistir a ese encuentro deportivo fue para ver lanzar a nuestro gran Juan Marichal. Desafortunadamente, no ocurrió así. El monstruo de Laguna Verde no pudo pichar esa noche, lo que provocó en mí una frustración.

Eso fue compensado, sin embargo, porque pude ver en persona al extravagante y pintoresco, número 24, jardinero central de los Gigantes de San Francisco, Willie Mays. A partir de ese momento me convertí en un apasionado y entusiasta fanático suyo. Luego, a través del tiempo, pude verle y saludarle en distintas ocasiones.

Ahora, al conocer de su fallecimiento el pasado 18 de junio, lo he sentido como el fin de una época, como la despedida de una estrella fulgurante que, con sus espectaculares hazañas, iluminó el pasatiempo favorito de inmensas multitudes.

Su deceso nos hizo retroceder a la historia. Desde el año pasado se había acordado hacerle un homenaje en Rickwood Field, donde había iniciado su carrera con los Black Barons, un equipo de la Negro League (Liga Negra), a la que también se le haría un reconocimiento en el marco de la celebración del Juneteenth, o día de la Proclama de Emancipación, que le puso fin a la esclavitud en Estados Unidos, luego de la guerra de Secesión.

Para darle mayor relieve a esos actos, se jugaría, además, en el mismo lugar, un partido regular de Grandes Ligas entre los Gigantes de San Francisco y los Cardenales de San Luis.

El astro de los Gigantes se había excusado en no poder asistir. Manifestó que seguiría los eventos desde la distancia. No obstante, no tuvo ni siquiera ese privilegio. Dos días antes dejó de existir. En el estadio de Rickwood se le recordó con una prolongada ovación.

Una carrera sensacional

Willie Mays irrumpió en las Grandes Ligas, con los Gigantes de Nueva York, en 1951, luego de que Jackie Robinson abriera el camino para que otros jugadores de raza negra pudieran alcanzar la gran carpa.

Juan Marichal abraza a Willie Mays luego de que este, con su cuadrangular, le pusiera fin, 1 a 0, al duelo del dominicano con Warren Spahn.

Juan Marichal abraza a Willie Mays luego de que este, con su cuadrangular, le pusiera fin, 1 a 0, al duelo del dominicano con Warren Spahn.EXTERNA/

Sus inicios, en principio, no fueron auspiciosos. No logró pegar un solo hit durante sus primeros 12 turnos al bate en Grandes Ligas. Luego, se destapó con un cuadrangular, para volver a otra mala racha, que lo condujo a una situación de angustia y ansiedad.

Fue cuando apareció Leo Durocher, el dirigente del equipo, quien le expresó su absoluta confianza, asegurándole que mientras él fuera el mánager, su puesto como jardinero central estaba garantizado.

Eso sirvió para cambiar el panorama. Pronto se convirtió en una sensación. Tan así, que fue proclamado Novato del Año.

Sus próximos dos años, sin embargo, estuvieron fuera de los terrenos del béisbol. Fue llamado a ingresar al ejército norteamericano, que entonces se encontraba en guerra en Corea.

Al retornar en 1954, puso de manifiesto todo su talento. Condujo a su equipo a la Serie Mundial, realizando en el primer juego de dicha serie una atrapada en el jardín central, de espaldas al home (The Catch), considerada como la más asombrosa jugada en la historia del béisbol. En ese año fue seleccionado como el Jugador Más Valioso (MVP).

En 1957, los Gigantes, siguiendo a los Dodgers, se mudaron hacia la costa oeste de Estados Unidos, convirtiéndose en los Gigantes de San Francisco. Ahí, Willie Mays continuó su carrera de éxito, conduciendo a su equipo, en 1962, a una nueva Serie Mundial contra los Yankees de Nueva York. En 1965 fue seleccionado, nuevamente, como el Jugador Más Valioso.

Terminó su carrera con un promedio por encima de 300. Jugó en cerca de tres mil partidos; anotó más de 2 mil carreras; impulsó otras tantas; y alcanzó 660 cuadrangulares. Participó en 24 Juegos de Estrellas; obtuvo 12 Guantes de Oro; robó más de 300 bases; y ha sido considerado por muchos, como el más completo jugador de todos los tiempos.

Mays y Marichal

En 1957, luego de finalizada la temporada de Grandes Ligas, Willie Mays, además de México y Puerto Rico, visitó la República Dominicana con un equipo, conocido como las Estrellas Negras de Willie Mays.

Recibió una gran acogida. Se celebraron cuatro partidos en el entonces Estadio Trujillo, hoy Estadio Quisqueya Juan Marichal. El equipo del Escogido logró ganar uno de esos partidos.

Felipe Rojas Alou fue el primero de los dominicanos en establecer una relación con Willie Mays, ya que llegó al equipo de los Gigantes de San Francisco en el 1958. Luego, dos años después, en el 1960, llegarían Juan Marichal y Mateo Rojas Alou. El ingreso de Jesús, el menor de la trilogía Rojas Alou, se produciría en 1963.

Es memorable el papel desempeñado por Willie Mays en el famoso juego de 16 entradas en que Marichal obtuvo una victoria de 1 a 0 frente a Warren Spahn, de los Bravos de Milwaukee, en 1963.

El juego pudo haber terminado en la novena entrada con un vuelacerca de Willie McCovey que, sin embargo, fue considerado foul por los árbitros. Por tanto, el juego se extendió siete entradas más.

Pasaba una entrada tras otra; y Alvin Dark, el dirigente de los Gigantes, estaba inquieto por la forma en que eso podría afectar a su lanzador estrella Juan Marichal. Quería sustituirlo, pero este consideraba que mientras su rival, mucho más viejo que él, estuviese en el montículo, él no podía abandonar el juego.

Al terminar sus lanzamientos en la décimo quinta entrada, esperó a Willie Mays antes de entrar al dogout. Le explicó que el mánager ya no estaba dispuesto a que él continuara lanzando. Mays le dijo: “No te preocupes chico, voy a ganar este juego para ti”.

Así lo hizo. En su turno al bate, la sacó por el jardín izquierdo. Ese era Willie Mays, la gran leyenda del béisbol. Por sus méritos, Barack Obama lo condecoró con la Medalla presidencial de la Libertad.

Con su muerte, siento que también algo de mí se ha desprendido.

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